LA VILLA SANTIAGUISTA DE LOS SANTOS DE MAIMONA
EN LA ÉPOCA MEDIEVAL.
THE VILLAGE
OF LOS SANTOS
DE MAIMONA AND THE ORDER OF SANTIAGO
IN THE MEDIEVAL TIMES
Ángel
Bernal Estévez
(Doctor en Historia)
Resumen: Durante todo el periodo bajomedieval la evolución de la encomienda de
Los Santos se había desenvuelto en la permanente contradicción entre la
pervivencia y la defensa de las prácticas comunitarias tradicionales, y la
expansión de la agricultura como forma de explotación de la tierra que llevaba
aparejada su privatización, a costa de la roturación y puesta en cultivo de
espacios de aprovechamiento ganadero y uso colectivo. El triunfo de la
agricultura, es decir, de la propiedad privada, no supuso la desaparición de la
ganadería. La consecuencia de todo ello fue la disminución dentro de su término
de las tierras de uso comunal. Esto forma parte de un modelo de organización
social del espacio que tienen que ver con la idea con la que la Orden de Santiago entendió
la gestión de sus territorios.
Palabras clave: Orden de Santiago, organización, estructura.
Key
words: Order of Santiago ,
organization, structure.
Los
Santos de Maimona en la historia,
Los
Santos de Maimona, 2009,
Fundación
Maimona, págs. 101-132.
ISBN:
978-84-613-0001-3
INTRODUCCIÓN
Agradezco a la Fundación la invitación
que me hizo para pronunciar esta ponencia referida al periodo medieval[1], en el que surge la aldea y después la encomienda
de Los Santos, y a todos ustedes por su asistencia y por la paciencia que les
pido para escucharme, de la que deseo recompensarles con algunos datos que,
espero, satisfagan su interés.
EL
ORIGEN DE LA ALDEA Y
DE LA ENCOMIENDA
Las dos noticias más antiguas de las que tenemos
conocimiento sobre la zona proceden la una de 1229 y la otra de 1258 y se
refieren a los respectivos deslindes de los términos de Mérida y de Badajoz. La
una nos la proporciona Bernabé de Chaves en su Apuntamiento legal…, obra publicada en Madrid en 1740, donde
incluye la trascripción de un documento original (págs. 5-6) dado por el
monarca castellano Alfonso IX con fecha 2 de junio, donde al delimitar el
futuro término de Mérida con la parte de Badajoz, informa que éste se extendía
hasta Feria y de allí hasta Zafra, […] deinde ad atalaam del naharro & deinde
ad flumine de el Aria & deinde sicut vadit ad caput de Maimona, divisis
Merita cum Alfange, para continuar hasta la Atalaya del Naharro y de
allí al río Larja como se va al Cabezo
de Maimona, donde terminaba tocante con el término de Alange La otra noticia la
aporta SOLANO DE FIGUEROA, quien en su historia eclesiástica de Badajoz,
escrita en el siglo XVII, recoge ya trascrito y romanceado, el deslinde del
término de Badajoz dado por Alfonso X a la ciudad el 27 de enero de 12 58 (Parte I,
Tomo I, pág. 39), confirmando el documento original dado por su abuelo; allí
dice y resumo por lo que nos concierne ahora aquí, que el término de Badajoz se
extendía […] dende a Valdemeder e dende a
las cabezas de Maimona […] y sigue así el deslinde hacia el sur.
Ambas noticias proceden de un mismo momento,
fueron otorgadas por el mismo rey y supuestamente en el mismo año, y repiten el
mismo dato con una diferencia, en un caso se habla en singular y en el otro en
plural del Cabezo/cabezas de Maimona, aludiendo sin duda a las sierras que
bordean la actual población por el sur y por el este (sierras de San Cristóbal
y del Castillo), de toponimia árabe que luego quedaría fijada en el nombre del
pueblo. En ningún caso se debe deducir de aquí la existencia de la aldea, pues
la referencia toponímica es clara e inequívoca, se refiere a un accidente
geográfico, doble en el caso del deslinde de Mérida porque iba buscando por la
cima de ambas sierras hacia el NE los límites de Alange, y simple en el de
Badajoz, porque se trataba de un punto más de referencia en la determinación de
un límite que se extendía hacia el sur.
Lo que está claro es que el cabezo o las cabezas
de Maimona fueron frontera política y cultural con el Islam español,
inicialmente teórica pues en la fecha del ambos documentos, tanto Mérida como
Badajoz eran todavía enclaves musulmanes y por supuesto también lo eran sus
respectivos términos, en particular esta zona sur que fue conquistada por los
cristianos varios años más tarde que
Mérida y Badajoz, que lo fueron en 1230, pues ya en esa fecha el rey leonés
hacía extender hasta este accidente geográfico el límite de su reino.
¿Cuándo aparece la aldea? Su origen nos resulta
hoy por hoy desconocido. No sabemos de la existencia de un núcleo anterior
musulmán (al menos yo lo desconozco),
que fuera repoblado por los cristianos recién llegados del norte. Yo tengo mis
dudas al respecto y más bien pienso que se trató de una fundación ex novo, y lo
pienso por dos razones, la primera porque el propio nombre es de tradición expresa y exclusivamente cristiana, Los
Santos, la segunda porque en toda esta zona y hacia el sur, tras su ocupación
por los cristianos, buena parte de la población autóctona permaneció y está
documentada en muchos pueblos, son los mudéjares, los posteriores moriscos, que
en el caso de Los Santos no aparecen por ninguna parte como poblamiento local.
En último extremo y sin que lo anteriormente dicho sea concluyente, la
arqueología debería desvelar si en el núcleo del pueblo hubo restos de asentamientos
musulmanes, lo que sería bastante relevante para deducir si hubo o no
continuidad en el poblamiento, si los cristianos se superpusieron a la
población aborigen, o si por el contrario erigieron el pueblo de la nada al
abrigo y a resguardo de la sierra, como es mi parecer.
Sin embargo el poblamiento debió surgir muy
pronto. Nos lo aclara una fecha de una sentencia real dada a favor del concejo
y catedral de Badajoz en 1279, por la cual Olivenza, Táliga, Villanueva (de
Abarca Rota), Los Santos, Solana y las aldeas de Don Febrero y de los
Caballeros pasan a su jurisdicción. En el documento en cuestión, que lo comenta
SOLANO DE FIGUEROA (Parte I, Tomo III, págs. 164-165), se dice que el pleito
duró gran tiempo y aclara que estos lugares, sobre cuya problemática voy a
volver enseguida, fueron ocupados por la órdenes militares, quienes los
“poblaron de nuevo”, es decir, después de una primera repoblación concejil, de
todo lo cual se desprende que el poblamiento de los mismos se remontaba a
bastantes años atrás, lo que nos lleva a situarlo en los años inmediatos a la
conquista de esa franja territorial por los cristianos, y ello puede situarse
perfectamente en la década de los años cuarenta o como mucho cincuenta del
siglo XIII, cuando la toma de Zafra en 1238 y del castillo de Feria en 1241,
alejaba la frontera hacia el sur y ofrecía seguridades a los recién llegados.
¿Cómo fueron los primeros años de la aldea de Los
Santos? Sin duda agitados, no ya por los peligros del enemigo musulmán, puesto
que la frontera avanzó con enorme rapidez hacia el valle de Guadalquivir, sino
por la disputa que sobre estos y otros territorios se entabló entre el concejo
y obispo de Badajoz y las órdenes militares del Temple y de Santiago, que desde
sus respectivos feudos acosaron al concejo de Badajoz justamente en los límites
de los territorios respectivos.
El pleito anteriormente aludido nos pone en
antecedentes sobre este asunto. El rey Sabio se vio obligado a intervenir a
instancias del concejo y obispo de Badajoz porque los comendadores de las
órdenes militares habían tomado estos lugares por la fuerza, los tenían
ocupados y los estaban repoblando. El rey resolvió de manera favorable a los
intereses de la ciudad, eran términos que les pertenecían, según los deslindes
territoriales que se habían realizado unos años antes. Los procuradores de las órdenes alegaron e
intentaron probar sin éxito que las referidas aldeas les pertenecían, pero
éstas se mantuvieron bajo jurisdicción real durante algún tiempo hasta que de
nuevo, ya rey Don Sancho y presionado por los maestres de las órdenes, envió a
los clérigos Velasco Velázquez de Ávila, Isidro González y García Pérez,
quienes portaban cartas suyas para reclamar estas aldeas en nombre de las
órdenes militares.
El lugar de Los Santos, junto con Zafra, Solana,
Pijotilla, Zarazo y otros fue entregado al maestre de Santiago Pedro Muñiz el 29 de marzo de 12 82
lo que resolvía de momento el pleito entre la orden y el concejo de Badajoz
(Archivo Histórico Provincial de Badajoz, Sentencia
pronunciada por don Sancho el Bravo, era de 1320, carpeta 372, doc. 3b,
sig. MF 23).
El obispo
se resistió, recurrió al rey mostrando la donación de que había sido objeto por
parte de su predecesor el rey sabio y obtuvo carta confirmatoria de tal
donación, fechada en 1284 (Solano, ob. y
tomo cits., pág. 120), a la que acompaña otra, datada a 24 de abril de
dicho año, dirigida a los concejos de
las tales aldeas donde el rey les comunica la referida donación (Solano, ob. cit., págs. 147-8) al concejo y
obispo de Badajoz y les ordena que le entreguen a éste los diezmos y derechos
que les corresponde pagar.
Acto seguido cabildo municipal y obispo se dirigen
a las referidas aldeas, una a una, a tomar posesión de las mismas; a Los Santos
llegaron el día 23 de mayo, tomaron ocupación simbólica de la iglesia y
ordenaron a sus oficiales el pago de los diezmos y primicias.
En el trasfondo de estas disputas estaban los
intereses de las órdenes militares, que parece ser fueron las que repoblaron
efectivamente estas tierras, y el concejo de Badajoz que las reclamaba por
suyas, también los años difíciles que se viven en el reino en el tránsito del
S. XIII al XIV, especialmente la monarquía, muy debilitada por guerras civiles
y minorías, que dieron fuerza a las apetencias señoriales, y en el caso que nos
ocupa, además, los conflictos con Portugal, que Badajoz padeció especialmente.
Por todo ello el concejo de Badajoz acabó
perdiendo algunos de estos enclaves en disputa, mientras otros se despoblaban,
en beneficio de la orden de Santiago por el límite noreste y del Temple por el
suroeste.
Lo siguiente que sabemos
es que Los Santos ya pertenecía sin ningún género de dudas a la orden de
Santiago, que se había asentado allí sólidamente y había constituido sobre su
término una encomienda. Todo parece indicar que su conformación como encomienda
se produjo dentro de un proceso de disgregación de los grandes espacios
encomenderos surgidos de la conquista y como necesidad de un mayor control y
mejor gestión de los mismos, producido a lo largo del siglo XIV, en su caso sin
duda para reforzar su posición en el límite con el alfoz de Badajoz. Su
conversión en encomienda llevaba aparejado el título de villa y la tenemos
documentada como tal en el año 1358 cuando era comendador de la misma Gómez
Arias (Matellanes, J.V., ob. cit.
pág. 86), pero su origen es anterior, posiblemente lo fuera desde principios de
siglo.
La encomienda de Los Santos se encontraba situada
en el límite sur del término concedido a Mérida después de su conquista sobre
un término de dimensiones medias dentro de la generalidad, unos 110 kms2.
aproximadamente, donde se desarrolló la villa de Los Santos como único núcleo poblado, lo que supuso disponer en
exclusiva del mismo a diferencia de lo ocurrido en otras encomiendas mayores,
donde la aparición de aldeas acabó fragmentando su término para dotarlas de
término propio, como sucedió por ejemplo con su vecina Usagre.
Fue una de las encomiendas agrícolas de la orden,
y no por vocación sino porque sus tierras son feraces, muy aptas para los
aprovechamientos agrícolas, aunque para ello y a lo largo de todo el periodo
bajomedieval, sus habitantes hubieron de desmontar la densa cobertera vegetal
que cubría la mayor parte del término, para transformarlo en espacio agrícola.
En ello influyó sin duda el crecimiento demográfico experimentado, a lo que
debió contribuir su situación en medio de las rutas camineras y transhumantes
que enlazaban el norte con el sur castellano, y la generosa disposición de la
orden de conceder tierras a todos los que estuvieran dispuestos labrarlas. Lo
cierto es que al término de la edad media la masa forestal había casi
desaparecido, y en su lugar nos encontramos con un espacio agrícola en continuo
crecimiento.
LA TERRITORIALIZACIÓN DEL ESPACIO. EL PROBLEMA DE LOS
LÍMITES
La
singularización del espacio vino dada desde el comienzo de la creación de las
encomiendas, constituidas en unidades responsables de su administración, aunque
muy poco se sabe sobre como se fue afirmando su proceso de territorialización a
lo largo de los siglos bajomedievales, porque las fuentes más antiguas se han
perdido y cuando tenemos conocimientos más precisos sobre el mismo, estos
espacios están ya conformados en su mayor parte y sedimentados, aunque
sometidos a vaivenes litigiosos sobre límites que con mayor o menor intensidad,
se extienden hasta los comienzos del siglo XVII, producidos por la disputa de
las lindes de los términos o sobre sus derechos de aprovechamiento.
La
tradición comunitaria, mantenida a lo largo de los siglos y aun viva al término
de la edad media, referida a derechos colectivos de pastos, explotación de
bosques y uso común de las aguas, influyó poderosamente en la pervivencia de
estos conflictos.
Esto
fue lo sucedido en la encomienda de Los Santos y sus relaciones contenciosas
con las encomiendas limítrofes de Fuente del Maestre, Villafranca, Ribera del
Fresno, Hinojosa y Puebla de Sancho Pérez. Con cada una de ellas mantuvo
continuos pleitos por razones de términos, en ocasiones simultáneamente con
todas y también y particularmente con Usagre.
Aunque
el término de Los Santos limitaba con el de Zafra, perteneciente al estado de
Feria, se desconocen litigios por cuestiones de límites. Esto pone de
manifiesto que la conflictividad era inherente al territorio de la Orden , cuya causa estaba en
la vieja tradición comunal o en la indefinición de los límites, en un momento
histórico en que los pueblos aspiraban a un uso privativo de los
aprovechamientos de sus propios términos
y a redondearlos por medio de la fijación de unos límites precisos y
definitivos:
LA ORGANIZACIÓN DEL TERRAZGO
LA ORGANIZACIÓN DEL TERRAZGO
Desde
el punto de vista jurídico hemos de diferenciar entre la encomienda y las
tierras de la Mesa
Maestral , porque estas últimas constituían el espacio
reservado para la obtención de rentas del maestre. Todas formaban parte del
mismo término, pero éstas quedaban al margen de la administración general de la
encomienda y formaban un espacio propio y exclusivo.
Los
términos de la Mesa
Maestral estaban situados entre la dehesa del Endrinal y el
arroyo Albújar, haciendo límite con los términos de Ribera y Villafranca. Eran
tierras de labor, rodeadas de tierras de labor, todo aquello eran las mejores
tierras de labor del término y debieron pertenecer a la Mesa Maestral desde
el origen de la encomienda; de ellas obtenía importante rentas a través del
cobro de diezmos a los labradores que las cultivaban.
El año 1481 los visitadores de la orden en
visita a Los Santos llevaban la misión de intervenir para deslindar y amojonar
estos términos que el comendador tenía en parte ocupados para apropiarse de sus
rentas. Esta intervención es la que nos ha permitido localizar y situar con
precisión las tierras maestrales tal y como han quedado descritas en el
documento de referencia según la delimitación de términos que en el mismo se
hace.
Hacia
finales del medievo el terrazgo de la encomienda de Los Santos había alcanzado
un elevado nivel de aprovechamiento desde el punto de vista cuantitativo, por
consiguiente se puede considerar que en ese momento estaban ya perfectamente
delimitados todos los usos agrarios y existía una división precisa de los
espacios en función de los mismos.
La transformación del espacio natural en
paisaje humanizado había seguido la lógica de este tipo de procesos, con una
expansión progresiva hacia los espacios exteriores y más alejados, que fueron
los últimos en conocer el efecto transformador de la reja y el arado.
El dibujo de la distribución de estos espacios
en el término de la encomienda santeña nos deja ver con claridad la diacronía
de ese proceso, al tiempo que muestra lo que parece una constante generalizada,
la disposición de las tierras labrantías en el perímetro más cercano a la
población y la de los baldíos en su perímetro más externo.
Así
pues, los baldíos ocupaban los espacios exteriores del término y cumplían una
doble función, el mantenimiento de las cabañas ganaderas y la reserva para
futuras tierras de labor. Sobre ellos la orden había legislado ampliamente
porque su política repobladora iba dirigida a propiciar su puesta en cultivo, y a dar todo tipo de facilidades a los campesinos para su acceso a
la tierra con el fin de roturarlas y ponerlas en explotación, pero antes de eso
ya se había preocupado de garantizar unos usos comunales a todos los habitantes
que poblaban sus territorios, de manera que los derechos de pasturaje, corta de
leña, caza y abrevadero estaban asegurados como mínimo entre el vecindario de
los pueblos limítrofes.
Por
otra parte, estos baldíos también proporcionaron tierras para la formación de
las dehesas boyales.
Tal
es el caso de la dehesa de Santiago del Moral, cuyo ejemplo lo conocemos con
precisión. Estas tierras se encontraban en el extremo del término donde
confluían a su vez los límites de los términos de Usagre, Hinojosa, Ribera y
Villafranca. Eran tierras baldías de uso comunal, que se estaban roturando
desde hacía tiempo por vecinos de estos pueblos y en particular por los de Los
Santos. Aquellas tierras estaban muy apartadas de todos los pueblos antes citados,
y su aprovechamiento en régimen de
comunidad era ocasional, además el dominio del bosque permitía un escaso
desarrollo de los pastos y era pobre en agua, así que el perjuicio para sus
convecinos era poco caso de ser convertidas en dehesa.
Esos fueron los argumentos de los visitadores
de la orden cuando en 1428, en respuesta a una petición del concejo de Los
Santos, visitan la zona para comprobar en qué medida dicha petición se ajustaba
a la realidad y a una verdadera necesidad, como era la de disponer de unos
terrenos acotados para dar descanso y sustento a los bueyes de arada que
utilizaban sus vecinos para labrar aquellas tierras.
La
respuesta de los visitadores fue afirmativa porque comprueban que, en efecto,
la demanda de Los Santos estaba justificada y una dehesa allí era más necesaria
en ese momento que su mantenimiento como baldío comunitario, por esa razón
procedieron a deslindarla y acotarla para su uso reservado.
De
esta manera quedó constituida la dehesa de Santiago del Moral, con derechos de aprovechamiento
exclusivos para los vecinos de Los Santos, salvaguardando siempre las tierras
de pan llevar que vecinos de los pueblos de al lado tenían abiertas en su
interior, así como sus derechos preexistentes de leña y pasto.
El
concejo de Usagre no estuvo muy conforme con esta decisión. Había planteadas
dos cuestiones, una sobre límites, la otra sobre derechos de aprovechamiento en
esta dehesa que la carta de concesión había reservado en exclusiva a los
vecinos y moradores de Los Santos, olvidando que una ley capitular permitía a
los labradores de los pueblos vecinos apacentar sus bueyes en la dehesa más
cercana aunque no fuera propia, y en aquella zona del término usagreño sus
labradores tenían tierras y estaban abriendo rozas, como las tenían los de Hinojosa
e incluso los de Los Santos.
El
debate se extendió hasta la época de los Reyes Católicos, quienes, atendiendo
las peticiones de Usagre, mandan deslindar de nuevo la dehesa, que quedó
enmarcada con mucha precisión entre los límites del camino a Hinojosa, la
vereda de las Cañadillas, la del Alamedilla y la cañada, después por la
izquierda daba la vuelta a dar al Hornillo y todo el camino adelante hasta
volver al inicio.
El
otro contencioso quedó también zanjado con la autorización de pasto en la dehesa
para los animales de labranza de los labradores de Usagre, Hinojosa y
Bienvenida que tuvieran labores cercanas.
A
su alrededor se extendían tierras de labranza, rozas recién hechas y retazos de
baldío prestos para convertirse en fechas no muy lejanas en zonas de cultivos.
La
del Moral no era la única dehesa, en el límite con La Puebla se localizaba la de
Navatraviesa y finalmente la dehesa vieja, la más antigua, rodeada de baldíos, se extendía desde los
valles del Rubio hasta la sierra Cabrera, haciendo límite con el término de La Fuente. Todas ellas
tenían el mismo denominador común: estaban al lado de los baldíos, situadas en
los bordes del término y hacían límite con los pueblos comarcanos. De esta
tónica general se exceptuaba la dehesa nueva, situada en el centro del término
en el camino que llevaba de Los Santos a Hinojosa, aunque como las demás, se
encontraba rodeada de tierras de labranza.
Hacia
el interior del término se extendían los campos de cultivo. El ángulo
noroccidental ocupaba el valle entre las sierras de San Cristóbal y San Jorge,
tierras fértiles que dada su cercanía a la villa, habían sido utilizadas desde
siempre como tierras de labor, después se extendieron hasta el término de
Villafranca. La expansión hacia el éste estuvo motivada por dos factores, el
paso de la cañada real por su extremo más oriental y el crecimiento
demográfico.
La
necesidad de nuevas tierras de labor se hizo sentir ya desde al menos mediados
del siglo XIV y los mecanismos de apropiación fueron simultáneamente la autorización
oficial, con la división del terreno en quinterías para posibilitar una
ocupación ordenada del suelo y la iniciativa privada, que por el procedimiento
de la presura fue ocupando y poniendo en explotación tierras en medio de los
espacios baldíos. El vigor de la expansión, se aceleró en el siglo XV como
manifestación de un hambre de tierras que perduró a lo largo del mismo hasta
reducir drásticamente los baldíos, al tiempo que irrumpieron también en los
términos de los pueblos limítrofes, tanto en tierras comunales como en dehesas.
La
transformación del espacio natural en paisaje agrario en esta zona se prolongó
aun a lo largo del siglo XVI. A ello
había contribuido también la cercanía de la cañada por donde se conducían de
norte a sur y viceversa los ganados trashumantes. Algunos pastores, atraídos
por la abundancia y la facilidad del acceso a la tierra, decidieron cambiar el
ganado por la reja y comenzaron a roturar tierras para su puesta en cultivo, lo
que conllevó su sedentarización, como lo prueba la alusión a serranos entre los
propietarios de tierras de labor y rozas en esta zona del término.
El
proceso aunque más temprano, fue similar
en el extremo suroriental hacia el término de La Puebla , y a medida que las
tierras de labor iban ganando terreno, fueron haciéndose necesarias las
dehesas, que no por casualidad surgieron en las zonas de mayor dinamismo
agrario o más intensidad del proceso roturador.
En
conclusión, en el periodo entre siglos del medioevo a la modernidad, el término
de Los Santos se encontraba todo él en explotación, eran pequeñas y medianas
parcelas de propiedad o usufructo de sus convecinos, dedicadas a diversos
usos agrícolas, con dominio de la
agricultura, pero con una importante expansión de la vid. No hay ni rastro de grandes
propiedades.
En
el cereal predominaba la explotación de tamaño medio, sobre todo en las zonas
de expansión, donde son frecuentes las
alusiones a quinterías como fórmulas oficiales de promoción de las roturaciones
de baldíos y de forma más genérica se alude a rozas. Unas y otras albergaban
chozas y casas para alojamiento de los labradores que las cultivaban, lo que
pone de manifiesto al menos dos cosas: que lo común es que la puesta en
explotación de estas parcelas llevara consigo el acceso a su propiedad, y que
sus dimensiones fueran de un tamaño suficiente como para construir en ellas
casas y corrales, para ocupar en sus labores y albergar a los labradores de
forma continuada durante las temporadas de las faenas agrícolas en sus predios.
A
través de las donaciones a la iglesia, las ermitas y los hospitales, hemos
podido también rastrear estas medianas propiedades, que en algún caso llegaban
a tener más de seis hectáreas y media de superficie.
Estas
mismas donaciones nos ponen igualmente en el rastro de la pequeña propiedad,
tierras acensuadas por unas decenas de maravedíes son frecuentes entre las
donaciones de particulares, pero lo son más aun las viñas, tanto en número de
donaciones como en tamaño de las mismas, donde censos similares a los anteriores
o expresiones del tipo un trozo de viña, un pedazo de viña o una viñuela, nos
ilustran de lo que parecía ser común, que las viñas en general, tenían unas
dimensiones limitadas, que a veces se cuantifican –cuatrocientas cepas,
seiscientas cepas-, pero también las había de tamaño superior, viñas grandes de
rentas a partir de cien maravedíes anuales, que tenemos documentadas en el
paraje de La Nava.
Por
otra parte, aunque el término era grande, no es posible asegurar la existencia
de una rotación en la explotación del terrazgo a partir de hojas de labor, en
cambio sí se puede confirmar la generalización del sistema de año y vez como
forma más común de organización del trabajo, configurando un paisaje agrario
dominado por el openfield donde alternaban campos de cereal y viñedos y campos
de labor con rastrojos.
Todo
ello nos lleva a pensar en la inexistencia de una ordenación del terrazgo en
función de esta forma de rotación para asegurar unos mantenimientos y conciliar
la explotación agrícola con la ganadera.
De
esa manera el término municipal de la encomienda de Los Santos se encontraba a
finales de la edad media, estructurado en cinco grandes áreas, organizadas
alrededor y en función de la intendencia de las boyadas y su interdependencia
respecto a la situación de las dehesas y los baldíos (numerados de uno a cinco
en el mapa que sigue): (1) todo el oeste del término con referencia a la dehesa
vieja y su baldío adyacente, (2) el este en relación a la dehesa de Santiago
del Moral y su baldío, (3) el sur vinculado con la dehesa de Navatraviesa y el
baldío existente en su entorno, (4) el norte, con las tierras de la Mesa Maestral , desde
donde los bueyes de labranza se dirigían al baldío contiguo y a la dehesa del
Endrinal, y (5) todo el centro del término, con la dehesa nueva como referente
y su borde hacia el pueblo orbitando alrededor de los ejidos.
El
abastecimiento de leña para todo tipo de utilidades estaba asegurado a través
del bosque que aun permanecía en las dehesas y en los baldíos, pero aun
quedaban algunas manchas forestales en medio de las zonas de labor, sobre todo
en el área del este del término, y en los aprovechamientos comunales que
mantenían o habían conseguido con los términos limítrofes. Se trataba de un
bosque de encinas fundamentalmente y del sotobosque asociado.
El
bosque se encontraba en un estado de degradación importante, cada vez era menor
su extensión a consecuencia del poderoso fenómeno roturador ocurrido en las
décadas precedentes, y lo que quedaba de él estaba sometido a una sobreexplotación
peligrosa para su supervivencia, debido al fuerte crecimiento demográfico
experimentado por la villa, de manera que el concejo se vio en la necesidad de
regular muy pormenorizadamente su uso y aprovechamiento, prohibiendo todo tipo
de talas incluso en las propiedades particulares, y solo estaba autorizada la
corta para proveerse de madera para elaborar los instrumentos de labranza y la
poda de leña menuda para uso doméstico con autorización municipal y en los
sitios y épocas permitidos.
Los
ejidos se encontraban a la vera de los caminos y a la salida del pueblo en la
parte por donde salían los caminos en dirección a los diferentes campos de
labranza. El ejido patinero se extendía desde la misma cruz (camino de Ribera),
en dirección al camino que va a la
Fuente , a dar a la ermita de San Bartolomé y de allí hasta al
arroyo, todo el arroyo arriba para enlazar de nuevo con el caserío. Eran
espacios de uso comunal donde pastaban en todo tiempo ganados y bestias y se
acumulaba el estiércol de corrales y establos en estercoleros públicos que
después era utilizado para el abono de campos y huertas. El paisaje alrededor
de la villa en la parte opuesta a la sierra era, pues, un gran descampado
salpicado de fuentes y abrevaderos para el ganado situadas a la vera de los
caminos que daban acceso a los predios, allí se encontraban al menos la fuente
del camino de Ribera con un pilar y la fuente de la garrafa en el camino a
Llerena. En su borde exterior había
cortinales y huertas, éstas se situaban a lo largo del arroyo pero se
encontraban también dispersas por todo el término, más allá se encontraban ya
las viñas y los campos de labor que en lo tocante con el ejido tenían que estar
cerrados con un seto o cerramiento de la altura de una tapia, para evitar la
entrada de los ganados.
LA PROPIEDAD Y EXPLOTACIÓN DEL TERRAZGO
La
expansión de los cultivos se había extendido hasta los límites del término e
incluso había llegado a traspasarlos, adentrándose en los términos de Hinojosa
y Usagre, pero también en los de La
Fuente , Villafranca y sobre todo Ribera. Fue un fenómeno
generalizado del que solo se exceptuaba la parte tocante con el término de
Zafra.
Da
igual en qué dirección, nos encontramos con tierras de labor en los mismos
límites.
Hacia
la Fuente , por
el año 1498, todos los terrenos
circundantes a la dehesa vieja estaban labrados y así continuaban en cierto
trecho a lo largo del baldío. Desde allí, falda de la sierra adelante, las
menciones empiezan a ser ahora a rozas hasta cerca de donde este límite se
juntaba con el de Villafranca, donde ya aparece vegetación natural. Es decir,
por esta zona del término se estaban empezando a poner en cultivo tierras
claramente marginales, poco aptas para el cultivo porque eran laderas
pedregosas de la sierra de San Jorge. Más allá, el extremo del término, era ya
dominio del medio natural. Desde luego a lo largo de todo el deslinde, el
amojonamiento se hace sobre terrenos desbrozados donde en ocasiones los mojones
se señalizan con montones de piedras, sin duda procedentes de los campos
labrados y en otras, con piedra y tierra que denuncian cuando menos la ausencia
de vegetación.
Más
adelante, contra el término de Villafranca y Ribera, se encontraban las
propiedades de la Mesa
Maestral constituidas por tierras de labor, que estaban a su
vez rodeadas de tierras labrantías que, según datos procedentes de un deslinde
realizado en la visitación de 1481, los vecinos de Los Santos tenían abiertas
en aquella zona en todo su contorno. Una roza nos alerta de la existencia aun
de espacios vírgenes, terrenos de vegetación pero sobre todo dedicados a pasto
para los ganados, en esta zona se encontraba el coto de Vallehermoso, uno de
los pocos espacios que aun quedaban el término destinados exclusivamente a
apacentar ganados. Pero las menciones a chozas nos ponen sobre aviso de tierras
cultivadas de considerable tamaño, que obligaban a sus dueños a permanecer
junto a sus predios ante la dificultad de realizar un desplazamiento
excesivamente largo a la villa cada día, todo lo cual está indicando que el
proceso roturador aun seguía con vigor en esta zona.
Las
tierras de la Mesa
Maestral lindaban por el lado más alejado de la villa con la
dehesa del Endrinal. Esta dehesa estaba rodeada por la parte del término de Los
Santos, de tierras de labor y de rozas recién abiertas puestas ya en
explotación que los labradores .. de los
Santos han hecho y abierto rrozas, algunas çerca de las dichas dehesas del
Endrinal, e labran do abrieron e rrompieron, e incluso, pasado el tiempo,
habían irrumpido en el interior de la misma dehesa y habían abierto rozas en
ella hasta convertir algunos de sus espacios en zonas de cultivo que se
continuaban con gran extensión y profundidad en el propio término de Ribera.
Desde
aquí hasta el extremo del término, donde éste confluía con los de Hinojosa y
Usagre, e incluso adentrándose en ellos, lo que en su día fue un gran baldío
dominado por el bosque, se había convertido en un gran terrazgo y dehesa boyal
-Santiago del Moral- a costa de la liquidación de buena parte de aquella gran masa
forestal y de su roturación.
Pero
si en esta zona del término las menciones a tierras de labor se entremezclan
con referencias a rozas, en una clara alusión a la continuidad del proceso
roturador en marcha, más al sur, hacia sierra Gorda y todo a lo largo de la
cañada real, la colonización había sido mucho más intensa y el encinar había
sido sustituido en su casi totalidad
–hay alusiones a mohedas y a matas negras- por tierras de labor donde a veces
aparece aislado con menciones a encinas solas, testigos de una roturación sin
freno , que presentan el aspecto de un gran espacio agrícola organizado y
compacto, y donde los labradores habían construido casas de habitación en sus
predios, conformando un hábitat disperso que se complementaba con pozos, silos
para granos, corrales para el ganado, huertas, eras y hasta hornos de cal, es
decir, un asentamiento en toda regla, aunque fuera dependiente del calendario
agrícola, que tenía en la ermita de Santiago del Moral, el complemento
necesario para el ejercicio del cumplimiento religioso, en una zona tan alejada
del pueblo –más de dos leguas de distancia-, que obligaba a los campesinos a
permanecer en ella durante largos periodos de tiempo mientras completaban la
realización de sus faenas agrícolas.
Por
el sur y sureste, contra el término de La Puebla , había ocurrido lo mismo. Hacia mediados
del siglo XV este espacio exterior estaba ya totalmente humanizado sobre unas
tierras dedicadas desde siempre a pastos en régimen de comunidad, y sobre las
que se habían realizado labores agrícolas hasta convertirlas no solo en
terrenos de labranza, -con menciones a cultivos, barbechos, rastrojos y eras-,
sino también en propiedades privadas, y donde la cobertera vegetal había
quedado reducida a un sotobosque escaso y degradado, con referencia ocasional a
árboles –robledo.
Con el avance de la agricultura, el
bosque había quedado reducido poco menos que a los baldíos y a las dehesas, era
un bosque milenario, con la encina como máximo exponente de una especie que se
repartía por todo el término de manera desigual. La mayor espesura se
encontraba en la dehesa del Moral, cuyo deslinde se hace sobre todo con marcas
en la vegetación existente, que la rodeaba en casi todo su contorno y donde se
mencionan sobre todo carrascos y encinas, pero también charnecas, un jaralejo y
una mata, esta capa vegetal que rodeaba a la dehesa dejaba en un interior una
tierra apretada de montes, en lo que
sin duda fue la vegetación climática de la zona antes de ser desmontada por el
arado para su puesta en cultivo. Esta misma vegetación la encontramos por
doquier sola o asociada a sotobosque; con frecuencia nos aparecen también entre
los cultivos y en los deslindes menciones a jarales, cornicabras, guadaperos,
asperillas, charnecas y torviscos como plantas más habituales en la zona,
marcando límites y linderos en lo que aun pervivía como vegetación autóctona
residual y cuya función señalizadora había permitido su supervivencia.
El crecimiento espectacular de la
agricultura vivido a lo largo de esa centuria fue en beneficio sobre todo del
cultivo del cereal, que se extendía por todas partes, pero con una mayor
incidencia en las tierras nuevas del este del término hacia Usagre e Hinojosa
en todos los contornos de las dehesas de Santiago del Moral, y del Endrinal y
el paraje de Valdeodreros. Una sola referencia a viña junto al Endrinal, abre
el paso a campos de sembradura
constantes, de trigo y de cebada, hasta llegar al límite de La Puebla. A sus espaldas
quedaban las tierras de la
Mesa Maestral , grandes productoras de trigo y de cebada, pero
también de centeno; Valderrepiso, de donde procedían las rentas que percibía el
prior y que nos han permitido constatar que aquí el trigo suponía
aproximadamente el 60% de una producción que se completaba con cebada; en el
camino de Villafranca se sembraba trigo y pan en general, cultivos que se
extendían hasta el paraje del Madroñal, sin olvidarnos de las tierras de labor
tradicionales situadas en los alrededores de la dehesa vieja, la expansión se
extendía incluso hasta el paraje de el Mármol, en término de La Puebla camino de Usagre.
Las viñas estaban también muy
extendidas, eran cultivos generalizados que competían en importancia con el
cereal y parecen estar concentradas en parajes determinados formando pagos de
viñedos, que no excluían su presencia en otras zonas. Ello favorecía su
vigilancia y su defensa ante los ganados. Con frecuencia estaban cercadas,
supuestamente las que se encontraban aisladas.
Los viñedos los encontramos sobre todo en el
Encinal y dentro de éste en el sitio del Álamo, en la Nava, más allá en el
camino de Sevilla, en la huerta de Villalba y en el Prado. Muchas eran
propiedad privada y se daba con frecuencia el arriendo.
La importancia económica de las
viñas está fuera de toda duda, el diezmo del vino era el más importante de
todos, ello lo colocaba a la cabeza recaudatoria de todos los productos, al
tiempo que nos informa de su principal dedicación, la comercialización.
El cultivo de los productos de
huerta estuvo también bastante extendido. Éstas se concentraban sobre todo a lo
largo del arroyo, alrededor de la ermita de Nª Sraª de la Estrella y en general se
documentan dispersas por todo el término e incluso en las inmediaciones del
propio casco urbano. Eran cultivos de regadío que se regaban mediante norias.
Su número era considerable porque generaban importantes recursos vía impuestos.
Su producción estaba destinada en su mayor parte a la comercialización y debían
abastecer primero a la villa antes de ir a vender fuera sus productos, cosa habitual
que obligó al concejo a hacer una ordenanza en este sentido.
La renta del pan se pagaba en
especie y hasta 1503 la recaudación en trigo era alrededor de dos terceras
partes y el resto era en cebada. Estos datos mantuvieron una constante hasta a
partir del año 1510 en que la cebada comienza a superar al trigo.
La base económica de la producción
agrícola la constituían los cereales y las viñas, pero no eran los únicos
productos obtenidos de la tierra. También se cultivaba el zumaque, lo que nos
lleva directamente al curtido de los cueros y el lino, de nula trascendencia
económica. El olivar simplemente se menciona, pero tenía un carácter puramente
testimonial.
¿Dé quien eran las tierras? La
impresión general es la de su privatización, pues con frecuencia las tierras
llevan consigo el nombre de sus dueños, y así se repiten tras generaciones en
lo que sin duda se trataba de transmisiones hereditarias. Desde el mismo
momento de las roturaciones de los campos vírgenes, aquellas tierras en
transformación pasaban a propiedad del labrador que las rompía y adquirían
su nombre. Los ejemplos en la
documentación son muchos en referencia concreta a la roça de […]. La roza de, la tierra de, la quintería de, son
alusiones concretas a propiedades concretas de vecinos y no vecinos de la
villa. Lo mismo ocurre con las viñas. Por otra parte, las donaciones abundantes
de que la documentación ha dejado huella, se refieren con frecuencia a viñas,
tierras y huertas, manifestando una capacidad de donar que solo se explica desde
la propiedad de las mismas.
Así pues, la tierra estaba
privatizada, eran pequeñas y medianas propiedades. El patrimonio comunal de la
orden, tan extenso en su orígenes, había casi desaparecido al término de la
edad media. Solo quedaban como espacios comunales los baldíos que aun se
conservaban en el término y que siguieron constituyendo la reserva expansiva de
futuras colonizaciones.
El hecho de que la tierra estuviera
en su mayor parte privatizada, no quiere decir que todos los vecinos fueran
propietarios, existían vecinos y moradores no propietarios que explotaban tierras en régimen de alquiler,
eran por ejemplo las propiedades de instituciones religiosas de la villa.
Las labores del campo se realizaban
mayoritariamente con bueyes, pero en esta época ya se habían ido incorporando
paulatinamente las bestias de tiro que quedaban asimiladas a los primeros en
cuanto a los beneficios de que gozaban respecto al resto de la cabaña. Las
tierras se abonaban con estiércol que cada cual guardaba en sus corrales, pero
había unos estercoleros públicos situados en los ejidos donde todos los vecinos
debían depositar sus residuos, que luego podían utilizar de forma común para el
abonado de sus huertas y heredades. Todo el mundo podía cargar en aquellos
muladares respetando un periodo de acoto desde el uno de mayo a Santa María de
agosto. Después de esta festividad ya se podían empezar a abonar los campos, lo
que quiere decir que esta fiesta daba por concluido el año agrícola e iniciado
el siguiente. El abonado se sustituía o complementaba con la quema de
rastrojos, práctica habitual solo permitida a partir de la festividad
antedicha.
La ganadería tuvo la consideración
de una actividad complementaria de la agricultura y de segundo orden. La cabaña
ganadera más extensa y también la más importante era la vacuna por la necesidad
de proporcionar fuerza de tiro para las labores agrícolas. En el centro de todo
estaba el buey y a su alrededor las manadas de vacas. El uno gozaba de la
atención privilegiada que le confería su condición de fuerza de tiro para la
labranza, por eso tenían destinadas, si no en exclusiva sí en prioridad, las
dehesas boyales y tenían derechos preferentes y hasta exclusivos en los
abrevaderos.
Las vacas cumplían varias funciones,
pero la principal era la reproductora para nutrir la demanda de bueyes.
El buey era insustituible como
fuerza de tiro. Resulta inimaginable la transformación del término sin su
presencia. Toda la ingente labor desbrozadora y roturadora del término tiene su
explicación en esta poderosa fuerza animal. Su ritmo pausado y su lentitud se
compensaban con su eficacia, y la tradición y las buenas y profundas labores
realizadas justificaban su permanencia una vez despojados los campos de su
cobertera vegetal. Solo cuando su número fue insuficiente para labrar tantas
tierras, encontró un competidor en las
bestias, que nunca en esta época llegaron a sustituirle sino solamente a
complementarle.
La escasez de bueyes hizo necesario
acudir al uso de bestias para este fin, de manera que los équidos habían
empezado a jugar también un papel de importancia en el esquema económico de la
villa y a sus tradicionales tareas de carga y transporte, se unían ahora las de
la labranza.
Los ganados menudos, denominación
que hacía referencia a ovejas, cabras y puercos aparecen también mencionados
con frecuencia. De todos ellos los cerdos eran los que tenían una repercusión
más directa en la economía familiar porque representaban el símbolo de la
subsistencia, pero eran las ovejas las que reportaban una mayor productividad,
por eso de que a la carne y la leche había que añadir la lana.
Los ganados se criaban en los
campos. Allí pastaban en los espacios abiertos, en cotos reservados para ellos
y en particular en las dehesas con las limitaciones antedichas y en los baldíos
propios y en los pertenecientes a otros términos de uso común de donde además
de los pastos, gozaban la bellota, que tenían que compartir con los pueblos
vecinos, como había sucedido entre Los Santos y La Fuente del Maestre. La
bellota estaba guardada hasta su desacoto. También tenían derechos a gozar los
rastrojos de las tierras de labor propias, y con condiciones, las que sus
vecinos tenían abiertas en los términos limítrofes, como ocurría con Usagre o
Hinojosa.
Las condiciones de uso de los
baldíos y cotos para el ganado estaban reguladas desde antiguo y la práctica
habitual era su acoto desde San Pedro hasta
el día de Todos los Santos, excepto el año escaso en pastos que se
adelantaba esta fecha. Tenían espacios reservados para sí y en cambio se les
penalizaba fuertemente cuando entraban en los cultivos, incluso si eran bueyes.
Los ganados hallados en los cultivos debían ser conducidos a la villa y
encerrados en el corral de concejo, donde quedaban al cargo del corralero y no
podían salir de allí hasta que su dueño pagara la pena en que habían incurrido.
Los baldíos estaban conectados con
los abrevaderos a través de zonas comunales de paso. Había que garantizar el
acceso de los ganados al agua, que siempre tuvo la consideración de bien común,
aunque fuentes o pozos se encontraran dentro de otros términos municipales, como sucedía con el
pozo del Raposo, a donde desde siempre iban a beber los ganados de los pueblos
comarcanos, a pesar de encontrarse dentro del término de la Puebla.
Desde allí se podía llegar, siempre
por terrenos de uso común hasta el arroyo Botoz. Lo mismo sucedía con el pozo
de las Peñuelas, en ambos casos hubo que abrir cañadas para permitir el acceso
del ganado a las aguas.
El ejercicio del poder del
maestre sobre el territorio era generalmente delegado y quienes lo ejercían, lo
hacían en su nombre y como respuesta a
unos mecanismos de actuación creados precisamente para ejercer el control sobre
un territorio muy extenso, que reclamaba de su existencia para su buena
administración.
Los visitadores, personas
elegidas en Capítulo y que debían reunir una serie de condiciones de idoneidad,
como honestidad, buen conocimiento de la regla y sus costumbres y normas así
como vocación religiosa probada, siempre actuaban en pareja, eran dos
caballeros de la orden que se hacían acompañar de un clérigo para mejor
conocimiento de los asuntos espirituales y de un pequeño séquito. Su poder
delegado y plenipotenciario les daba autoridad para requerir la presencia de
cualquiera, para reprender y sancionar e incluso para aplicar la ley y para
impartir justicia. Su llegada a la villa causaba un pequeño impacto en la vida
cotidiana. Se interesaban por las iglesias y por sus curas, su contenido y
bienes, su fábrica y estado general, por los hospitales, por los bienes de la Mesa Maestral de que
se constituían en los únicos valedores, de la encomienda, bienes y rentas y
estado general de sus edificios, de la mesa prioral, el concejo del que requieren
información sobre su economía, es decir sobre sus fuentes de financiación y el
número de vecinos existentes en cada villa.
La llegada a la villa
tenía como primera cita siempre la iglesia y eran acompañados por las en ese
momento autoridades locales, también solían requerir la presencia de
determinados hombres buenos de los que obtener o contrastar la información que en cada momento quisieran requerir, etc.
Lo habitual es que
Encomiendas y Mesa Maestral se dividan los ingresos de cada lugar cobrando cada
organismo distintas rentas. Esto es lo que ocurre en Los Santos, y al igual que
en otras partes, las rentas pertenecientes a la Mesa Maestral se
refieren a conceptos y a cuantías mucho más limitadas que las encomiendas.
Desde el punto de vista
solariego, la Mesa
Maestral disponía en Los Santos de unas tierras que, a
diferencia de lo que era común en el Partido, no estaban adehesadas sino
dedicadas a cultivo sin duda por su feracidad, de cuya explotación obtenía unas
rentas en concepto de diezmos. Estas rentas las pagaban los labradores que
trabajaban sus tierras y las cobraba la Mesa.
La encomienda de Los
Santos tenía la consideración de cerrada, es decir, sus rentas eran
usufructuadas por el comendador, y la Mesa Maestral apenas participaba de la riqueza
generada más que en una mínima parte, procedente de rentas que se percibían por
cuantías que permanecían prácticamente invariables, hasta desaparecer a partir
de 1503.
Son rentas de carácter
jurisdiccional soportadas en un caso sobre imposiciones feudales, el pedido,
impuesto antiguo establecido en función del reconocimiento del señorío de la
orden, en otro sobre un monopolio de origen islámico, la jabonería, y
finalmente una última renta establecida en razón del cobro de determinados
derechos relativos a la escribanía. No suponían cuantías importantes de dinero,
pues entre 1494 y 1503 oscilaron entre los 30.000 mrs. de la primera fecha y
los 44.000 de la segunda.
La manera de recaudar
estas rentas era por medio del arrendamiento y se cobraban siempre en dinero.
Ya sabemos que hacia
mediados del siglo XIV Los Santos constituía una encomienda independiente.
Hacia finales del siglo XV era comendador Francisco de Cárdenas, sobrino del
maestre Alonso de Cárdenas. Con anterioridad lo había sido el caballero Diego
Contreras.
Francisco de Cárdenas
había llegado a la encomienda por una provisión de su tío el maestre fechada en
1483 y permaneció en ella toda la vida. El fue quien siendo comendador mayor de
la orden, lo introdujo en la misma con la imposición del hábito en el año 1470,
bajo el maestrazgo de Don Juan Pacheco y con su autorización, para
posteriormente, siendo ya maestre, adjudicarle la encomienda de Los Santos.
Francisco de Cárdenas se
comportó dentro de la encomienda a imagen y semejanza de su tío, y al menos
hasta la muerte de éste la administró con mucha indolencia, laxitud y con no pocos excesos, hasta el
punto de que el vicario de Beas, visitador en el año 1494, tuvo que llamarle al
orden y amonestarle por su comportamiento. No es casualidad que esta
amonestación se produzca justo el año de la muerte de su protector el maestre.
Sobre sus excesos tenemos
recopilado algún dato que habla de los mismos. Detrás de ellos está la codicia
desordenada para incrementar sus rentas a cualquier precio. En teoría y así
estaba concebido, la encomienda servía para el mantenimiento del comendador, en
la práctica sirvió para su enriquecimiento a costa del abuso de su autoridad.
Esto debía ser práctica habitual pues en los años del desgobierno de Enrique IV
el entonces comendador había implantado por la fuerza a todos los vecinos la
percepción de un nuevo impuesto porque sí, sin base legal alguna, es decir, una
exacción caprichosa, puramente feudal, consistente en el pago de una fanega de
cebada y 12 mrs. al año a cada uno. Después, con la llegada al trono de los
RR.CC., el nuevo orden y la confianza en la justicia había animado a algunos
vecinos a demandar al comendador, ya Francisco de Cárdenas, por el cobro de
este pecho injusto. Su reacción fue tajante, resolvió la demanda a palos y
cuchilladas contra quienes se habían atrevido a tal reclamación y finalmente
los había hecho quemar, y a quienes él consideraba con suficiente capacidad
económica e influencia, les eximió del dicho pago para ganarse su favor o
neutralizarlos.
Los vecinos le definen
bien cuando en este pleito dicen de él que estava
fecho señor de la dicha villa, porque lo dicen de manera muy descriptiva,
era un verdadero señor feudal y su presencia imponía.
Su codicia le había llevado
incluso a ocupar algunas rentas de la Mesa Maestral , los diezmos que le debían pagar
los labradores de Los Santos por los cultivos que tenían en las tierras de los
términos de la Fuente ,
Villafranca y Ribera, pero también las existentes en el propio término de Los
Santos.
En lo personal Francisco
de Cárdenas era un desalmado capaz de cometer todo tipo de atrocidades sin
límite. La violencia institucional tiene en este personaje siniestro su mejor y
máximo exponente. Las historias que de él se cuentan no pueden ser más
truculentas, desde ser un violador contumaz a un asesino sin piedad que lo
mismo ahorcaba a judíos que mataba a esclavas.
Los bienes inmuebles de la
encomienda se reducían a una casa en no muy buen estado situada con toda
probabilidad en el mismo espacio de la actual, precedida de un portal cubierto,
que además de casa habitación, tenía dos casas para bastimento del pan, un
establo bien grande y un horno para cocer el pan. De la casa se salía a un
corral que daba acceso a otros dos donde estaban dos bastimentos para el vino
con varias docenas de tinajas grandes y pequeñas y dos hornos pequeños para cocer pan. O sea,
contaba con un espacio de residencia y auxiliares para séquito y caballerías, y otras dependencias complementarias, necesarias
para el almacenamiento de las rentas percibidas en especie. Los hornos de pan
pueden considerarse como una manifestación residual de los antiguos monopolios
señoriales, que obligaban al vecindario a usarlos y a pagar una renta por su
utilización.
La casa se encontraba en
estado semiruinoso cuando se la encontró Francisco de Cárdenas al llegar a la
encomienda.
En 1503 los visitadores
hallan de nuevo la casa en estado lamentable.
La visita del año 1511
pone de manifiesto que la casa de la encomienda ya no existe. Los visitadores
de 1515 se encuentran todo por hacer y su primera decisión fue llamar a un
maestro albañil y a otro carpintero para hacer una valoración de los costes de
reparación de una casa, que alcanza 12.138 mrs., y encargan al comendador invierta para hacer las obras para casa de
encomienda en el plazo de un año.
La serie de las
visitaciones termina aquí y no hemos podido completar el seguimiento de las
obras de esta casa, que sin duda no fue la definitiva. Probablemente por estos
años o quizá un poco más tarde, no hay documentación de este periodo histórico,
comenzó la construcción de una nueva casa de la encomienda de nuevo cuño, según
mi criterio sobre el mismo solar de la anterior, aunque no se puede precisar el
año de comienzo ni tampoco el del final de las obras, pero sabemos que al menos
en 1550 ya está edificada y pasa por ser el más notable ejemplo de arquitectura
civil de la orden en la provincia de León. Esta casa se conserva y alberga en
la actualidad el Ayuntamiento.
Tampoco el comendador
necesitaba mucho la casa pues apenas vivía en la villa. Es sabido que el
absentismo fue una tónica general entre los comendadores hasta su regulación en
el Capítulo General celebrado en Uclés en 1440, donde se acuerda una
permanencia mínima de cuatro meses en su encomienda, disposición que con harta
frecuencia no se cumplía. Y Francisco de Cárdenas era en eso un modelo. Vivía
en Segura donde tenía su casa y hacienda y visitaba poco el pueblo.
Las obligaciones del
comendador consistían en administrar los bienes de la referida encomienda para
procurar su mantenimiento y el propio, y atender las obligaciones militares que
pudieran suceder. Ese era el fin de las encomiendas desde su principio,
recuérdese que estamos hablando de una organización de carácter
religioso-militar, y ese lo seguía
siendo al término de la edad media, aunque con la liquidación de la guerra de
Granada, las obligaciones bélicas de la orden quedaron superadas, no obstante,
los visitadores se interesan en cada una de las visitas por las lanzas que
debía tener dispuestas. El concepto de “lanza” comprende a un caballero
fuertemente armado y a sus acompañantes a pie en número difícil de saber. La
respuesta es en todos los casos positiva pero no se detalla. No sabemos con
cuantas lanzas tenía que contribuir, cual era la hueste con la que el
comendador podía contar en caso de necesidad, pero al menos esa obligación al
parecer sí se cumplía.
El otro aspecto de su
cometido era la administración económica, como ya sabemos la parte principal de
los conceptos tributarios y también de los ingresos iba a parar al comendador,
que además trató de acaparar parte de las rentas pertenecientes a la Mesa.
Las rentas pertenecientes al comendador tenían todas
ellas carácter jurisdiccional, es decir no estaban ligadas estrictamente al
dominio de la tierra, sino que estaban relacionadas con el ejercicio de la
autoridad, eran por consiguiente rentas de origen e índole feudal, donde lo que
se tributaba estaba más relacionado con la sumisión a la autoridad que al
solar.
El concepto más general y
también el más abultado en términos económicos era el de los diezmos, derechos
adquiridos desde los tiempos remotos de la fundación de la orden en
compensación por su labor evangelizadora. Su cobro se mantenía con plena
vigencia a finales del medioevo, hasta el punto de constituir el conjunto
recaudatorio más importante de la encomienda, aplicado a todos los campos de la
producción agrícola y ganadera. Pagaban diezmo las huertas, la caza, los
molinos, los ganados menores, el queso y la lana, el vino, la cebada y el trigo
y aún existía un concepto denominado rediezmo aplicado a quienes se ocupaban de
estas tareas, segadores, senareros y boyeros, pero también se grababa el
trabajo de labranza mediante un concepto tributario denominado yuntería.
Después estaba la
actividad artesanal derivada del trabajo del barro-alfarería- y de la cal
–albañilería-. Los monopolios señoriales los tenemos documentados en el pago de
los derechos por el uso del horno de poya y la actividad y el tráfico comercial
estaban grabados con el portazgo. Por tanto el diezmo, los diezmos, respondían
a exacciones impuestas sobre todo tipo de actividad económica, que en el caso
de Los Santos eran las descritas.
Finalmente estaba el
reconocimiento del vasallaje traducido en el pago de la martiniega. Este quizá
fuera el impuesto de más marcado carácter feudal, al tratarse de obligaciones
que venían de muy antiguo y que imponían un pago cuya única justificación era
el reconocimiento de un sometimiento servil, una gabela que se hacía efectiva
originalmente por San Martín, como exacción extraeconómica derivada de la
pertenencia a un señorío e impuesta unilateralmente en razón de tal.
La vigencia de esta renta
está documentada a finales del medioevo en la zona, y su carácter estrictamente
feudal se nos presenta muy relacionado con la quiebra de la autoridad real y la
aparición de los malos usos señoriales, que tuvieron su punto culminante a
partir de 1464, en el periodo de anarquía reinante en la segunda mitad del
reinado de Enrique IV. En algún momento de ese periodo se había impuesto a los vecinos de la villa
un nuevo pecho consistente en el pago anual de una fanega de cebada y 12 mrs.
por cada hogar, y así había permanecido durante varias décadas hasta que en el
año 1530 un grupo de vecinos emprenden una demanda contra el entonces
comendador Diego Osorio, hartos de tanta arbitrariedad. En ella manifiestan que
sus únicas obligaciones fiscales para con el comendador eran el pago de los
diezmos y que sin embargo, éste, por la fuerza y contra su voluntad, les exigía
a cada vecino el pago de este pecho, y a quienes se resistían les sacaba
prendas que luego las hacía vender.
En el pleito queda claro
que dicho pecho no se justificaba en título ni privilegio alguno, sino en un
acto de fuerza y de arbitrariedad y sobre estos mismos presupuestos, es decir,
violencia institucional se mantenía, en definitiva, un impuesto de carácter
feudal que la Audiencia
de Granada se encarga de anular.
Cuando se produjo la sentencia
Diego Osorio había ya fallecido y era comendador en ese momento Juan Fernández
Manrique, marqués de Aguilar, quien apeló tratando de hacer valer la fuerza de
la costumbre, el principio de la usucapión, que no es admitido porque se
ejercía por la fuerza. Una nueva sentencia en grado de revista pronunciada el 8 de octubre de 15 38,
eliminaba este gravamen y obligaba al comendador a restituir lo llevado
indebidamente desde la fecha de la primera sentencia (6 de julio de 15 37).
Por consiguiente el bloque
impositivo de mayor envergadura de la encomienda de Los Santos lo constituían
los diezmos. ¿Qué era el diezmo? “el diezmo es de diez cosas una” dice con
total claridad la documentación de la
Orden , ¿era realmente así? Pues parece que no, al menos en esta
época, y no es algo que se pueda comprobar empíricamente, pues faltan los datos
para el cálculo, es decir, la información sobre la producción, pero sí sabemos
que con mucha frecuencia el diezmo se cobraba con demora sobre la producción, a
veces de años, de manera que su cálculo se hacía sobre estimaciones o quizá
sobre tantos alzados; por otra parte era frecuente cobrar el diezmo a través de
arrendamientos cuyas cuantías totales se repetían de una vez para otra porque
excedían de un año, en el caso de Los Santos se arrendaron hasta por tres años
seguidos en la misma cuantía, indicativo de
un redondeo que ocultaba la realidad del impuesto y lo hacía depender
más de la seguridad de su cobro que del alcance de la producción que lo
generaba.
Después estaban los
censos, contratos establecidos entre la Orden y los individuos de su jurisdicción
referidos a la explotación por estos de un bien solar perteneciente a la
reserva del señorío, son las únicas rentas de carácter solariego que permanecen
en la encomienda de Los Santos y tienen un carácter residual y una importancia
económica mínima.
No existe un criterio
general sobre la forma de recaudación y en Los Santos nos encontramos tanto una
forma directa como el sistema de arrendamiento. La forma de percepción de
tributos variaba según su concepto, el portazgo, los censos y los llamados
diezmos menudos se recaudaban en dinero, sin embargo las rentas derivadas del
pan y los monopolios lo eran siempre en especie, por eso la casa de la
encomienda disponía de bastimentos para el almacenamiento del pan y del vino,
aunque éste casi siempre se cobraba en dinero.
RESUMEN DE LAS RENTAS
Año Dinero Especie
1480
|
84.900 mrs.
|
1225 fanegas (sin
distinción)
|
1494
|
Rentas 140.000 mrs.
Censos 450 mrs.
|
1800 fanegas de pan un año
con otro, la mayor parte trigo.
|
1498
|
Rentas 140.000 mrs.
Censos 550 mrs.
|
Sobre 2000 fanegas de
pan:
2/3 de trigo; 1/3 de
cebada
|
1500
|
Rentas 140.000 mrs.
Censos 450 mrs.
|
2430 fanegas de pan:
1500 trigo; 930 cebada
|
1503
|
Rentas 300.000 mrs.
Censos 450 mrs.
|
2430 fanegas de pan:
1500 trigo; 930 cebada
|
1510
|
Rentas 390.000 mrs.
|
---------------------
|
1511
|
Rentas 79.700 mrs.
|
4730 fanegas de pan:
2300 trigo; 2430 cebada
1200 arrobas de vino
|
1515
|
Rentas 106.800 mrs.
|
3.955 fanegas de pan:
1705 trigo; 2250 cebada.
|
Las rentas procedentes del pan eran sin duda
las más cuantiosas y fueron siempre en aumento en lógica correspondencia con el
incremento del espacio cultivado, pero su asiento en especie nos impide la
comparación con las percibidas en dinero y de éstas el diezmo del vino es la de
mayor recaudación seguida por la renta de los ganados menores.
EL PRIORATO DE SAN MARCOS
La vida religiosa de la
orden descansaba sobre el priorazgo de San Marcos. Era el centro de dirección
disciplinario y espiritual de la provincia y el prior tenía la obligación de
visitar periódicamente sus iglesias, función que realizaba a través de
lugartenientes, quienes aprovechaban las funciones inspectoras de los
visitadores para acompañarles y supervisar el funcionamiento de las iglesias y
de sus curas así como de sus propiedades y rentas.
Entre las primeras
figuraba la casa del prior, situada en la calle del palacio de la orden, y que
ha sido identificada como la actual de San Miguel. Era una casona en dos
plantas con un sótano donde se encontraba una cueva utilizada como mazmorra. En
la planta baja se hallaba la vivienda del prior y los depósitos de trigo,
cebada y paja, mientras la parte alta era ocupada solamente por una sala y otra
cámara. En las traseras había un corral grande donde se encontraba la cocina,
un horno de pan, un cebadero de ganado y las caballerizas, el resto era un
huerto con naranjos y otros árboles. La casa no presentaba muy buen estado,
había sido reparada recientemente y ampliada con la compra de otra contigua por
mandado del prior, pero las obras continuaban en 1511 y la visitación del 1515
constata de nuevo su deficiente estado y se manda reparar de nuevo.
Justo enfrente existía un
bastimento para guardar el vino proveniente del cobro de la décima, por ello
estaba equipado con un lagar con todos sus aparejos, diecinueve tinajas y dos
baños para desgranar la uva. Su construcción era bien simple, dos arcos de
albañilería servían de soporte a una techumbre de madera tosca cubierta de
teja. El estado de conservación de este pósito era malo y con un elevado grado
de deterioro, porque en la visitación realizada en 1503 se deja constancia de
un trozo de pared y techo derruidos, que habían a su vez quebrantado en su
caída varias tinajas de vino.
De entre las rentas la
décima era la más importante y procedía del diezmo, o sea, los comendadores
estaban obligados a derivar una décima parte de sus diezmos para el
mantenimiento de las iglesias, lo que no ocurría siempre pues la tendencia
general fue la de acaparar estas rentas íntegramente para sí, sin embargo en
Los Santos no parece que tal sucediera y la iglesia estaba bien provista y bien
atendida como veremos más adelante.
La iglesia parroquial era
de tres naves soportada por arcos de cantería sobre los que se apoyaba una
cubierta de madera tosca y caña, recubierta con teja, todo ello bien reparado.
En la cabecera existían tres altares, el principal, la capilla mayor, era de
bóveda muy bien fabricada y detrás existía una sacristía también abovedada. El
arco toral estaba atravesado por una viga de madera de la que pendía un
crucifijo también de madera con dos imágenes a los lados. El altar mayor estaba
dedicado a la virgen y tenía una imagen de bulto hecha en madera, situada delante de un
retablo de lienzo dorado, pintado con muchas historias.
A ambos lados del altar
mayor había otros dos, dedicado el uno a Santiago, pintada su imagen en un
retablo de lienzo y el otro nuevamente a Santa María, representada también en
una imagen de bulto redondo hecha en madera. Dos puertas comunicaban la iglesia
con el exterior protegidas por dos portales construidos sobre arcos de
albañilería. De uno de los lados se había comenzado hacia 1500 una ampliación
para ensancharla, pero estaba aun en sus inicios. Había también un campanario
con dos campanas medianas y una pequeña. Al cargo de la iglesia había dos
curas.
Las rentas de la iglesia se resumían en un
censo de 418,5 mrs. procedente del arrendamiento de tres casas pequeñas, la
limosna del bacín que se cogía los domingos para la fábrica de la iglesia, lo
que rentaban las sepulturas abiertas en el interior de la iglesia y algunas
penas de las confesiones, aplicadas éstas también a la fábrica. A eso hay que
añadirle los bienes de propios de la iglesia, procedentes de donaciones piadosas
de los fieles y consistentes en una huerta, una tierra, dos viñas, unas
higueras, otra casa y un solar, que le rendían en concepto de censos de
arrendamiento 207,5 mrs. anuales.
Estos bienes de propios se
vieron incrementados notablemente con donaciones piadosas producidas en los
años centrales de la primera década del siglo XVI a consecuencia de las pestes
acaecidas en esos años.
EL CONCEJO
La orden santiaguista
había producido a lo largo del periodo bajomedieval una fórmula propia de
gobierno municipal emanada de las disposiciones de los Capítulos Generales y de
la potestad normativa de los maestres, heredera directa de las antiguas
disposiciones de los fueros. El Capítulo General de 1440 dejó establecida una
cuantía mínima de bienes para poder ejercer un cargo público local y una
disposición del maestre Don Enrique de Aragón
dejó acotado quien no podía ocupar cargos de regimiento en función de su
oficio. La relación de oficios excluidos es tan amplia que en la práctica
solamente estaban excepcionados los relativos al trabajo de la tierra propia,
de manera que solo los labradores propietarios, que al final venían a ser los
labradores ricos, eran quienes, junto a los hidalgos, podían aspirar a ejercer
un cargo público y estos, generalmente duplicados o en número par, se repartían
por mitades entre pecheros e hidalgos.
Otro aspecto que
caracterizó la forma de gobierno municipal de las tierras santiaguistas fue la
temporalidad de los cargos públicos. La orden tenía establecido un sistema de
elección anual que logró preservar, de manera que todos los años en una fecha
determinada había un relevo en la gestión de la cosa pública, pero como la
elección recaía sobre un grupo social selecto, el resultado final acabó en una
cierta oligarquización, favorecida por la forma de elección pues los cargos
salientes eran, además de los proponentes de sus sustitutos, electores en
igualdad de condiciones con un grupo de no más de cuatro o cinco vecinos que
ellos también proponían. Los elegibles estaban cuando menos duplicados de
manera que había un cierto juego electoral resuelto por el sistema de insaculación.
El procedimiento de
elección era más complejo y quizá por recordar a sus orígenes forales, el común
también intervenía ratificando o rechazando en su caso a los electos en concejo
abierto convocado a tal fin. En el primer caso los elegidos juraban sus cargos
ante el pueblo reunido, pero si eran rechazados se ponía en funcionamiento otro
mecanismo de segundo grado, por el cual todo quedaba invalidado y en su lugar
dos hombres buenos, generalmente también uno de cada estamento, intentaban
ponerse de acuerdo en la elección, lo que no ocurría siempre, solo llegado este
momento intervenía el alcalde mayor de la provincia, cuya decisión final era
inapelable.
La elección se realizaba
el día de Pascua del Espíritu Santo de cada año debajo de uno de los soportales
de la iglesia. Allí acudían electores, elegibles y quienes querían del
vecindario, estaban convocados todos, hombres por supuesto, a toque de campana,
para proceder de la forma antedicha.
En Los Santos y al término
de la edad media no existía un espacio físico donde cobijar al cabildo
concejil, las reuniones, periódicas, se realizaban todos los viernes de cada
semana al aire libre o todo lo más bajo los soportales de la iglesia a toque de
campana, y hasta muy avanzado el siglo
XVI no se plantea la necesidad de disponer de un edificio propio donde reunirse
o donde guardar el arca del concejo, aquel recipiente que contenía la
documentación del concejo, los libros de acuerdos, las ordenanzas, los
privilegios, los pleitos etc., cuyo destino a falta de otro lugar, solía ser la
iglesia.
El caso es que el año 1541
el concejo se dirige al rey pidiendo autorización para comprar una casa que
según su criterio reunía condiciones para albergar al cabildo ayuntamiento de
la villa. Se trataba de una casa existente en la plaza, propiedad de los
herederos de Rodrigo Carvajal, que finalmente fue autorizada después de una
información previa con la condición de no superar los 60.000 maravedíes de
costo.
El número de cargos
públicos municipales fue siempre muy reducido y así se había mantenido a lo
largo de los siglos. Los alcaldes ordinarios fueron siempre dos en
representación de ambos estamentos, elegidos anualmente en el momento de
proceder al relevo de todos los cargos públicos de la villa.
Mayor interés muestra el
caso de los regidores quienes lograron mantener sus características a lo largo
del tiempo, el carácter electivo de sus miembros y su escaso número, reducido a
cuatro componentes. La tutela y vigilancia de la orden y su carácter electivo y
anual contribuyeron a preservar su número y a evitar su acrecentamiento como
ocurrió con frecuencia en los concejos de realengo.
La elegibilidad estaba
reducida a un conjunto pequeño de vecinos, mucho mas pequeño entre los hidalgos
pues estos apenas eran unas cuantas familias y más abierta entre los pecheros
quienes, sin embargo y dadas las limitaciones legales existentes, tenían una
base social más amplia en que elegir, pero los cargos públicos de los oficios
mayores de la villa habían ido quedando reservados a una minoría social,
económica y jurídicamente privilegiada, en ocasiones emparentados entre sí,
quienes dado su limitado número y gran influencia, acabaron por ocupar de manera
rotatoria los oficios, cualquiera de ellos,
no obstante el carácter anual del cargo.
La gestión de lo público en Los
Santos era cosa de unas cuantas familias, bien es verdad que los datos
manejados son dispersos y discontinuos, pero también los es que siendo así, se
repiten en el tiempo los mismos apellidos de los mismos grupos familiares.
Uno de ellos era el apellido
Gordillo. Otro la familia Pachón. Ambas habían emparentado, cosa habitual.
Esta familia había emparentado a su
vez con la de los Hernández a través del matrimonio. Era ésta una familia
amplia y muy arraigada en la villa. Les podemos seguir la pista desde mediados
del siglo XV en que copaban las magistraturas municipales.
Otro personaje notable, caballero de
cuantía hacia finales del siglo XV y propietario de tierras de labor, fue Juan
Rodríguez el Rico de quien se sabe su condición de alcalde quizá ya en el ocaso
de su vida, en 1515.
La oligarquización de los cargos
concejiles convivía, no obstante, con el concejo abierto, la universidad de
vecinos reunidos a toque de campana para decidir sobre grandes temas que
afectaban a la comunidad, herencia de la tradición asambleísta consagrada en
los fueros de la zona y aun viva, pero institución en cualquier caso ya
decadente.
EL SISTEMA FISCAL.
LAS RENTAS
La encomienda no era solo una división
administrativa de carácter militar, no se puede perder de vista el aspecto
impositivo, pues su término servía también para delimitar un territorio fiscal
del que se financiaban la
Mesa Maestral , la Encomienda , la Mesa Prioral y
finalmente el propio concejo; no es de extrañar, por tanto, que el más
perjudicado en este aspecto, o dicho de otro modo el menos beneficiado fuera
precisamente el concejo, que carecía de recursos. Las visitaciones de la orden
se interesan también por el estado de la hacienda local, y las respuestas son
siempre reiterativas, la villa carece de propios y de rentas, salvo la renta de
la montaracía consistente en las penas en que incurrían los ganados que
entraban a comer en las dehesas y heredades en los periodos en que lo tenían
vedado, y cuyo arriendo venía a reportar al concejo entre mil y mil
cuatrocientos maravedíes anuales.
Tan exigua cantidad no daba apenas para nada y las
necesidades de la villa, tanto las ordinarias como las extraordinarias, se
financiaban con derramas entre los vecinos, cuya cuantía de capitación estaba
tasada por las leyes capitulares en función de la ya clásica distinción entre
mayores, medianos y pequeños, de manera que los gastos ordinarios no podían
sobrepasar el límite de 2000 mrs. anuales, que los reyes católicos en 1502
amplían hasta 3000. Para los repartimientos extraordinarios –pleitos, obras
públicas, etc.- debían solicitar siempre permiso al Consejo Real.
Los repartimientos se hacían por el sistema de
capitación, padrones municipales donde se recogía el número de vecinos y
moradores, atendiendo a su situación – vecino, pobre, viuda, forastero, etc.-,
de ahí el interés constante de los
visitadores por conocer el número de vecinos de la villa, sin embargo
estos documentos no han llegado ninguno hasta nosotros, por lo que perdemos una
valiosísima información. Se pagaba por hogar y se cuantificaban los bienes de
cada familia o unidad familiar. La manera de hacer el reparto estaba ordenada
por la orden y estaban exentos de valoración económica la ropa de vestir
habitual, la cama con un colchón, dos almohadas y una manta, todo lo demás
computaba. Hecho esto, se establecía un tope máximo de bienes por los que se
había de contribuir, que en los últimos años fue de 60.000 mrs. incluída una
vivienda y una yunta de bueyes. Se establecía después un baremo proporcional
que determinaba el pago que debía realizar cada cual. El problema es que los
bienes por encima de aquella cantidad ya no tributaban y de este modo quienes
menos acababan pagando eran los pecheros más ricos. Las exenciones alcanzaban a
los pobres, a los recién llegados por un tiempo para facilitar su
avecindamiento y a los recién casados por un año.
No es de extrañar que la hacienda local tuviera
que sufragarse con las aportaciones de los vecinos, dado que tradicionalmente
las fuentes de financiación de los concejos de la orden, servían para el
mantenimiento de sus propias estructuras de poder y agotadas éstas, las
necesidades de la villa quedaban a expensas de su propio vecindario, lo que ha
llevado a D.W. Lomax a definir a los comendadores como meros recaudadores de
rentas para el maestre.
LA VILLA.
La villa se extendía alrededor de la iglesia, un
pequeño templo en este momento en fase de ampliación, que tenía adosadas por
uno de sus lados unas casas de habitación, entre ellas la de uno de los curas
párrocos. Del otro lado una pequeña ermita dedicada a la Magdalena junto a una
fuente pública conformaban un espacio abierto en medio de callejuelas, una
plazuela hacia la que se abría uno de los soportales de la iglesia, que podemos
identificar sin ningún género de duda como el centro urbano, en uno de cuyos
extremos se situaba a su vez otra pequeña ermita, par de la iglesia, destinada
a la devoción de San Andrés y San Alfonso. Completaba este recinto público un
mesón, propiedad de la ermita de la virgen de la Estrella. Haciendo
pared con esta plazuela se encontraba la judería, en pleno corazón de la villa,
lo que hace suponer que esta comunidad se instaló en la misma desde los
comienzos de la repoblación cristiana y allí permaneció hasta su expulsión y
aun tras su conversión.
Un eje viario recorría la villa de norte a sur, un
camino carretero procedente de Ribera del Fresno con destino a Zafra que en su
travesía por la villa conformaba dos de sus calles principales que recibían
precisamente esos nombres, calle Ribera y camino de Zafra. Por el este su
perímetro llegaba hasta la actual calle Mártires, nombre sin duda tributario
del de una pequeña ermita en ese momento en construcción en las afueras pero
limitando con el caserío. Las obras de esta ermita se comenzaron por su
cabecera. En 1494 se estaba construyendo la capilla, en 1515 aun continuaban
las obras.
La mayor expansión de la villa era hacia el oeste,
hacia donde salía desde el entorno de la iglesia una calle llamada Del palacio
de la Orden e
identificada con la actual de San Miguel que se continuaba hacia adelante. El
casco urbano continuaba más allá y la identificación de las calles Corredera y
Pizarra, nombres que han perdurado en la memoria colectiva hasta la actualidad,
nos aportan una valiosísima información para concluir que el casco de la villa
a principios del siglos XVI se extendía por el perímetro marcado por la actual
calle Isaac Peral desde su confluencia con Zafra hasta la carretera, límite que
circunvalándolo Carrera grande y Carrera chica adelante, iba a empalmar con las
casas limítrofes a la ermita de los Mártires de Los Santos, para desde allí
continuar hasta el punto de origen referenciado.
Si hubiera que definir de alguna manera el aspecto
del pueblo ese era la uniformidad. No había construcciones ni aparatosas ni
sólidas, ni siquiera la iglesia debía presentar en la distancia un perfil muy
destacado sobre el resto del caserío, ya sabemos que era más bien pequeña. Y
sin embargo era el edificio más grandioso. Las casas alcanzaban no más de dos
alturas y las calidades constructivas eran en general pobres, lo eran los
edificios religiosos como veremos más adelante, lo eran también los edificios
públicos que hemos descrito más arriba, construcciones de tapial y mampostería
las más de las veces. Nada de aquello ha llegado hasta nosotros, ni siquiera
las varias ermitas existentes en ese momento en la villa y su término con la
excepción de la de la Virgen
de la Estrella.
A las ya mencionadas ermitas hay que añadir las de
San Cristóbal, Santiago del Moral y San Bartolomé, ésta última se trataba de
una obra de nueva construcción hecha en tapial.
Finalmente la ermita de la Virgen de la Estrella era la más
importante de todas. En 1494 se estaba haciendo de nuevo. Era un edificio de
una sola nave construido en mampostería, cubierto de madera tosca revestida de
cañas y barro y tejada, rematado por una capilla bien ancha y alta y bien
obrada, cerrada con una bóveda muy buena
de ladrillo encalada. Delante de la iglesia un portal hecho en albañilería
sobre arcadas daba acceso a la misma y por la parte opuesta, la que daba al
campo, se abría una puerta que comunicaba con un conjunto de casas pequeñas y
pobres, habitadas por cuatro beatas de la tercera regla que estaban al servicio
de la ermita. Estas casas tenían una huerta grande vallada con una tapia, con
muchos árboles en particular naranjos, y un pozo provisto de una noria y una
alberca para el riego. Por la parte delantera la ermita estaba precedida de un
corral también grande.
Esta ermita no solo tenía una especie de pequeño
eremitorio a su servicio, sino que contaba con un importante patrimonio en
bienes de propios tanto urbanos como rústicos, de los que obtenía importantes
rentas.
De las siete ermitas mencionadas y descritas, solo
dos eran propiamente urbanas, La
Magdalena y San Alfonso, otras dos lo eran periurbanas, Los
Mártires y San Bartolomé; las tres restantes, La Estrella , San Cristóbal y
Santiago, se encontraban en distintos parajes del término, lejos de la villa.
Todas eran muy austeras.
De similar austeridad eran los hospitales
existentes en la villa, el de Santa María y el de San Miguel; los dos eran muy
pequeños, tenían una sola cama cada uno y muy pobres, si bien en 1494 el de San Miguel recaudaba
seiscientos mrs. anuales en censos, y el de Santa María carecía de renta alguna
y se mantenía con las limosnas del concejo. El hospital de San Miguel logró
sobrevivir, no así el de Santa María, que en 1511 estaba la mitad de él ruinoso
y la otra mitad apropiado por un particular que ejercía de hospitalero.
La geografía urbana se completaba con casas y
corrales y en el anillo exterior huertas, que se iban alternando en el espacio
para dar acogida a personas, animales y utensilios de labranza, entre medio se
intercalaban de vez en cuando solares que introducían discontinuidad dentro del
tejido urbano. Eso sí, las casas se apretaban en manzanas dejando entre medio
calles escasamente espaciosas y en buena medida tortuosas, de manera que
espacios públicos de reunión como tal no existían más que la plazuela junto a
la iglesia donde se celebraban los concejos abiertos, que vio reducirse sus ya
limitadas dimensiones a costa de la ampliación de la iglesia; las calles eran
de tierra.
Hasta muy avanzado el siglo XVI no se plantea su
empedrado lo que, dado su elevado coste, obligó al concejo a pedir autorización
real para llevarlo a cabo, concretamente el año 1537. La respuesta real fue
afirmativa pero cautelosa. Se pedía permiso para empedrar varias calles pero
primero se preocuparon de comprobar si tales calles eran en verdad públicas, y
después mandaron reunir concejo abierto en un día festivo como marcaba la tradición,
para facilitar la asistencia de los vecinos. En esa reunión vecinal debían
decidir primero si estaban de acuerdo en empedrar las calles, cuantas y cuales,
sabiendo que la forma de financiación les venía definida, pues cada vecino o
morador de las calles a empedrar debía pagar el importe de lo perteneciente a
la fachada de su casa y lo que fuera público o común de la calle, se debía
pagar con los propios y rentas del concejo y en su defecto mediante derramas
entre todo el vecindario. El acuerdo adoptado por los vecinos permitió empedrar
las calles Empedrada, San Miguel, Encomienda, Plaza Chica y Plazuela.
EL VECINDARIO
La misma uniformidad de la villa se reproducía en
el vecindario o más bien era al revés, lo cierto es que la estructura social tenía
un elevado grado de homogeneidad, no existían grandes diferencias sociales
porque el grupo de los privilegiados compuesto por los hidalgos era muy
reducido, como también era limitado el de los labradores cuantiosos, ya sabemos
que la base la riqueza se encontraba en la propiedad de la tierra y en la villa
de Los Santos ésta se encontraba muy repartida y no existía la gran propiedad.
Nada sabemos respecto a los primeros, sí en cambio tenemos información sobre
los segundos, porque para pertenecer a la caballería cuantiosa había que
cumplir como requisito principal ser poseedor de un nivel determinado de
fortuna personal y ello le suponía la obligación de mantener caballo y armas a
cambio de la exención de impuestos. Era por tanto una situación fluctuante pues
se podía empeorar la situación económica o verse modificado el nivel de
fortuna, como de hecho ocurrió cuando en 1503 los RR.CC. elevaron los 50.000
mrs. que hasta ese momento se necesitaban hasta 80.000, en esos casos se podía
perder la condición de exento, es decir de privilegiado y pasar a engrosar el
grupo de los pecheros.
Comprobar estas situaciones era un cometido de los
visitadores que de esta manera ponían a punto el dispositivo militar de la
orden, con un censo real de su caballería. Estas pesquisas nos han facilitado
datos valiosos y por ellos sabemos que el número de caballeros de cuantía de
Los Santos era muy exiguo y los conocemos a todos por nombres y apellidos.
Entre 1494 y 1511 oscilaron entre cuatro y seis, 1,1% del total de vecinos en
el mejor de los casos, cifra que podríamos duplicar de manera generosa para
considerar también a los hidalgos, así llegamos a la conclusión de que el grupo
social privilegiado de Los Santos en torno a 1500 podría rondar la docena de
elementos, o sea de familias, en términos globales un 2% del total del
vecindario, por debajo de la media general de toda la provincia santiaguista, estimada en un
2,5%.
El resto de la población eran los no
privilegiados, es decir los que pagaban impuestos o no los pagaban por pobres,
el pueblo llano, el grueso del cual se ocupaba en la explotación agrícola donde
dominaba el grupo de los labradores propietarios o arrendatarios.
Otro grupo social eran las minorías religiosas. No
hay ni una sola huella de población morisca, por más que dentro del Partido de
Llerena esta fuera abundante y se encontrara muy repartida por el mismo, en
cambio en su momento sí hubo una comunidad judía porque tenemos documentada la
existencia de una judería, cuyos habitantes, parte de ellos permanecieron en la
villa tras su expulsión, son los cristianos nuevos como les refieren las
fuentes documentales, judíos conversos de última hora para evitar el exilio,
que apenas conocían las prácticas rituales de la religión cristiana y a quienes
hubo que adoctrinar. Fueron objeto de atención constante por parte de los
visitadores quienes dejaron a los curas de la iglesia el encargo de interesarse
mensualmente por su confesión y comunión. Todavía en 1515 hallan algún defeto en algunos. Habían pasado 23 años desde la
expulsión y algunos judíos cristianizados vecinos de la villa, todavía
mostraban resistencia a la práctica correcta del ritual religioso cristiano,
por ello y para distinguirlos de los cristianos viejos, ordenan a los curas
abrir un libro de bautismo donde debían recoger el nombre de los bautizados, el
de sus padres y el de sus padrinos por
cabsa de los matrimonios e otras cosas conplideras a nuestra santa fe. La
sombra de la Inquisición
se dejaba sentir en esta medida.
En conclusión, la forma de gestión de sus dominios
por parte de la orden santiaguista había traído como consecuencia la
conformación de una sociedad igualitaria, donde el fácil pero controlado acceso
a la propiedad de la tierra y la rotación en el desempeño de los cargos
públicos, había generado un doble fenómeno, la constitución de un cuerpo social
bastante homogéneo, eso sí, con tendencia progresiva a la diferenciación y la
eliminación de los mecanismos de enriquecimiento que se daban en los concejos
de realengo mediante la acción combinada de la apropiación de la tierra y de
las instituciones por unos pocos. La villa de Los Santos, como todas las demás
villas y pueblos de la orden, no fue un pueblo señorial en su componente social
ni tampoco en su caracterización y fisonomía urbanas, sino todo lo contrario en
uno y otro aspecto, y a ello contribuyó decisivamente la política social de la
orden.
Pero fue un pueblo grande en el contexto de los
dominios de la orden y en general para la Extremadura de la
época. Sus aproximadamente 630 vecinos en el cambio de centuria le situaban en
una posición demográfica destacada, muy por encima de los 200-300 vecinos que
como término medio tenían los pueblos santiaguistas y en cuarto lugar en el
escalafón, solo por debajo de Jerez, Fuente del Maestre y Mérida, de un total
de hasta 53 pueblos dentro del partido de esta ciudad al que pertenecía, y que
podemos cuantificar en alrededor de 2.850 habitantes si utilizamos una
conversión generalmente aceptada de 4,5 habitantes/vecino.
.
año
|
1494
|
1498
|
1500
|
1503
|
1511
|
1515
|
|
vecinos
|
600
|
650
|
631
|
630
|
-----
|
430
|
681*
|
*Datos referidos solamente a la población pechera.
La composición demográfica de esta población en
atención a su origen era diversa, el rápido crecimiento experimentado por la
villa a lo largo del siglo XV lo fue no tanto por la consabida explosión
demográfica que caracteriza a este siglo, cuanto por la constante
inmigración de gentes provenientes de
otras partes. Un colectivo importante fueron los serranos, los pastores
trashumantes que decidieron cambiar de residencia en un fenómeno y una
tendencia general para la zona, que tuvo en Los Santos un lugar privilegiado de
asentamiento.
Los datos anteriores parecen demostrar que la
tendencia a la emigración norte-sur, iniciada con el proceso de la reconquista-repoblación,
favorecida a la par por la trashumancia, se mantiene aun en esta época,
acompañada de otros flujos y contribuyó al poblamiento de estas tierras, sin
duda atraídos por la abundancia de tierras y otros beneficios ofrecidos por la
conocida política de atracción de pobladores de la orden.
CONCLUSIÓN:
Durante todo el periodo bajomedieval la evolución
de la encomienda de Los Santos se había desenvuelto en la permanente
contradicción entre la pervivencia y la defensa de las prácticas comunitarias
tradicionales, y la expansión de la agricultura como forma de explotación de la
tierra que llevaba aparejada su privatización, a costa de la roturación y
puesta en cultivo de espacios de aprovechamiento ganadero y uso colectivo. El
triunfo de la agricultura, es decir, de la propiedad privada, no supuso la
desaparición de la ganadería, o sea de las prácticas comunitarias, que se
siguieron manteniendo, pero ello produjo una necesidad de tierras solamente
resuelta a costa de reivindicar y disputar los espacios comunales compartidos
con sus convecinos, para poder compatibilizar el auge de la agricultura con el
mantenimiento de la cabaña ganadera, necesaria por otra parte además como
fuerza de tiro agrícola.
La consecuencia de todo ello fue la disminución
dentro de su término de las tierras de uso comunal.
Estas características forman parte de un modelo de
organización social del espacio que tienen que ver con la idea con la que la Orden de Santiago entendió
la gestión de sus territorios, cuya impronta es extrapolable a la mayoría de
sus encomiendas, donde la mentalidad colectivista e igualitaria es una seña de
identidad constante, aunque en el caso que nos ocupa las tierras de carácter
comunitario estuvieran en este momento ya en liquidación.
[1] La presente ponencia es una
adaptación de una trabajo más extenso publicado en la revista Cuadernos de
Çafra V, (2007), que lleva por título La Encomienda de los Santos en el tránsito de los siglos
XV al XVI, a la que se han añadido
algunos datos que convenían al propósito de estas Jornadas. Por tal motivo
carece de aparato crítico, con la excepción de lo que se añade como nuevo, y se
remite al lector a dicha publicación para un conocimiento más extenso de la
vida de la encomienda santeña en la etapa histórica referenciada, así como de
la bibliografía que se cita.
[2] Todos los datos están tomados de las
visitaciones excepto los referidos a 1530 que pertenecen a un censo realizado
entre 1529 y 1530.
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RELIGIÓN Y SOCIEDAD EN TIERRAS DE LA ORDEN DE SANTIAGO: EL
CASO DE RIBERA DEL FRESNO EN EL TRÁNSITO DEL SIGLO XV AL XVI
RELIGION AND SOCIETY IN THE LANDS OF THE ORDER OF SANTIAGO : THE EXAMPLE OF RIBERA DEL
FRESNO IN
TRANSIT FROM FIFTEENTH CENTURY TO SIXTEENTH CENTURY
Leocadio
Moya Murillo
(IESO
Valdemedel de Ribera del Fresno)
Resumen: El
objeto de la comunicación es desvelar algunos aspectos relativos a la
regulación de la vida religiosa de una villa de la Orden a instancias de uno de
sus prioratos, concretamente el de León, en el caso que nos ocupa. Interesa al
respecto observar cómo dicha intervención se produce como consecuencia de
denuncias interpuestas por el consejo de la villa, ante las autoridades de la Orden , contra el cura de
dicha villa. Se ha utilizado documentación inédita del archivo municipal de
Ribera del Fresno. Concretamente se
trata de un documento de 1497, el más antiguo de dicho archivo. Entre las
cuestiones tratadas se revelan como especialmente interesantes las relativas al
horario de misas en función del carácter agrícola de la población, las
amonestaciones dirigidas al cura de la villa y, sobre todo, la relación que se
hace de las fiestas religiosas que debían guardarse en ella.
Palabras clave: Orden de Santiago, religión, calendario religioso.
Key
words: Order of Santiago ,
religion, religious calendar.
Agradecimientos:
Al Centro Cultural Santa Ana de Almendralejo
y a su
bibliotecario y archivero D. Diego Parra
Al Ayuntamiento de Ribera del Fresno
Al Dr. Ángel
Bernal Estévez
Los Santos de Maimona en la historia,
Los
Santos de Maimona, 2009,
Fundación
Maimona, págs. 133-156.
ISBN:
978-84-613-0001-3
I.- PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
1.- ESTADO DE LA
CUESTIÓN
Si la influencia de la Iglesia y de la religiosidad cristiana son evidentes en
todos los aspectos de la historia de la Edad Media en Europa, más lo es aún, por razones
de todos conocidas, en el caso de los
reinos hispánicos y, dentro de ellos, en aquellos territorios que, por formar
parte de señoríos eclesiásticos tan especiales como son los de las órdenes
militares, se constituyeron en
auténticos baluartes de la cristiandad frente al Islam.
Esta interrelación entre Iglesia y
sociedad ha sido objeto de abundantísimos estudios integrados en varias líneas
de investigación para las que, siguiendo a los
profesores D. Miguel Ángel LADERO QUESADA y D. José Manuel NIETO SORIA[1],
es útil distinguir dos sectores
específicos. Uno, el de la
Iglesia como área de jurisdicción particular; otro, el
relativo a la religiosidad, las expresiones devocionales, las prácticas morales
y de beneficencia, las desviaciones, los conversos, etcétera. Como reconocen
ambos investigadores no hace falta decir que el primero de ambos
sectores ha sido y todavía es mucho más atendido que el segundo, debido,
entre otras razones a:
.-Menor
masa documental disponible y con noticias, en la mayor parte de los casos,
indirectas para estos temas de estudio.
.- Menor preparación metodológica y de conocimientos
de base.
No obstante, y a pesar de las
dificultades, se presenta ante nosotros un sugestivo campo de investigación, el
que relaciona religiosidad y vida cotidiana,
a cuyo descubrimiento pretendo colaborar, si quiera sea de forma
modesta, aprovechando la oportunidad que me brindan estas Jornadas.
2.- ASPECTOS DE LA
RELIGIOSIDAD EN LA CASTILLA DE LA BAJA EDAD MEDIA
¿Cabe pensar que los tipos de
religiosidad bajo medieval descritos por Johan HUIZINGA[2]
para la Europa
nórdica sean aplicables a las tierras de
la Orden de
Santiago en la misma época? Según este pionero de los estudios de la vida
cotidiana en el Medievo el pueblo pasaba sus días en la rutina de
una religión [...] superficial. Poseía una fe muy firme, que traía consigo
temores y éxtasis, pero esta fe no sumía al iletrado en discusiones ni luchas
espirituales[3]. Un rasgo característico de dicha
religiosidad era su carácter contradictorio, el cual concilia la actitud familiar y burlona respecto a la
religión con la elevada emoción de los momentos de gracia[4].
Este carácter contradictorio se revela especialmente en la actitud del pueblo
hacia el clero, al que odia cuanto venera.
Ingenua superficialidad junto a
devoción y convencimiento a la hora de cumplir los deberes religiosos
marcan, pues, el rudo contraste que muestra la religiosidad
de la época no sólo en las masas populares, sino también entre los grandes
personajes.
Sobre este estado de los espíritus
actuarían, en tierras españolas en general y en las de la santiaguista
provincia de León en particular, dos elementos renovadores de la religiosidad:
las predicaciones de los mendicantes (franciscanos, principalmente, en tierras
extremeñas) y la reforma del clero auspiciada por los Reyes Católicos.
Los mendicantes profesan una piedad
cristo-céntrica, presente en la devoción eucarística y muy inspirada en el
recuerdo de la Pasión ,
la cual se revela, entre otras manifestaciones, en el culto a la cruz. También
demuestran una gran devoción a María, manifestada en la celebración de festividades
relacionadas con su culto (Purificación, Encarnación, Asunción, etcétera).
Hasta qué punto influirían los predicadores dominicos y franciscanos en la
espiritualidad propia de las tierras santiaguistas es asunto que nos proponemos
empezar a rastrear, acudiendo para ello al caso del presente trabajo.
Al mismo tiempo, no podemos olvidar
las reformas religiosas que propician los Reyes Católicos en sus reinos y que
debieron de tener influencia para el ámbito espacio-temporal objeto de este
estudio. Sus intenciones al respecto se formularon, por un lado, a través de un
gran movimiento sinodal y conciliar que arranca en 1473[5]
y con el movimiento de reforma de las órdenes religiosas, empezando por la de
los franciscanos, por otro. Tales reformas se dirigían a remediar los abusos
que por entonces padecía la Iglesia , comunes en toda
Europa, y que se manifestaban en el absentismo y bajo nivel tanto cultural como
moral del clero. La labor de reforma no estaría completa, en la óptica de la
época, sin un organismo que limpiase el templo del Señor de sus muchas impurezas [...] la más nociva de las cuales la constituía,
según la opinión común, los judíos[6].
Contra las desviaciones de la fe católica que manifiesten los conversos de
dicha religión y los del Islam; es decir, contra las conversiones fingidas de
los cristianos nuevos se establece en Castilla, en 1483, el Consejo de la Suprema y General
Inquisición.
3.- LÍMITES TEMPORALES DEL ESTUDIO
Los límites temporales del estudio
se establecen en la visita de 1494 como término de inicio y la de 1508 como
final. Las razones para la elección de estos términos temporales son,
primeramente, de índole ontológica, pues se pretende conocer cómo pudo influir
el ambiente reformista del reinado de Isabel y Fernando en la religiosidad de
la zona objeto de estudio. En segundo lugar, la documentación y el tiempo
disponibles para la realización de este trabajo han condicionado, de momento,
sus límites. Para un mejor conocimiento de las realidades estudiadas cabría
ampliarlos, no sólo en lo temporal, sino también en lo espacial. Esto
proporcionaría, además, la posibilidad de aplicar métodos comparativos cuyos
resultados deben de relevarse interesantes.
II.-
RIBERA DEL FRESNO EN LA ORDEN
DE SANTIAGO
1.- LA
ENCOMIENDA DE RIBERA
Las tierras de Ribera del Fresno
estuvieron originalmente incluidas en la
encomienda de Hornachos[7],
como parte de una de las seis grandes donaciones de Fernando III a la Orden de Santiago en el
territorio de la actual Extremadura[8],
confirmadas por Bula de Alejandro VI en 1256.
La encomienda de Ribera se
constituyó más tarde, una vez segregado su término del de Hornachos, con
una extensión cercana a las 20.000 Has., la mayor parte de las cuales, aproximadamente
la mitad occidental del término, de buenas tierras dedicadas, por este
orden, al cultivo cerealístico (trigo y,
en mucha menor cantidad, cebada) y vitícola.
La ocupación agrícola era, pues,
absolutamente mayoritaria entre los vecinos del pueblo, cuyo número alcanzaba,
en la visitación de 1494, los quinientos treinta y tres entre hidalgos y
pecheros[9],
treinta y uno de los cuales, muestra de la relativa prosperidad económica de la
población, tenían la consideración de caballeros cuantiosos[10].
La población aún aumenta según visitas posteriores y, dentro de ella, la
proporción de caballeros cuantiosos -en 1501 son 641 vecinos con la notable
cifra de 65 caballeros cuantiosos entre ellos.
2.- LA
JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA
Y SUS CARGOS.
Como encomienda de la provincia de
León, la de Ribera está sujeta en lo religioso al Prior del convento de San
Marcos de León, aunque sus actuaciones pueden ser revisadas por el maestre y el
capítulo de la orden. Esa autoridad se manifiesta, además de por las
visitas, por actos que dirimen las
querellas suscitadas entre el clero y los poderes locales, particular que
veremos más adelante.
Si bien el segundo escalón de la
jerarquía eclesiástica de la orden estaría ocupado por los vicarios, no vemos
ninguna intervención de éstos en las cuestiones religiosas de la encomienda; sí
aparece en la documentación otro cargo, el de provisor, delegado judicial que el prior nombra
temporalmente para resolver conflictos locales en materia religiosa.
Representante permanente del poder
eclesiástico de la Orden
en el pueblo, el cura[11]
o rector parroquial es el responsable de instruir en la doctrina a los vecinos,
y de proporcionarles la atención sacramental necesaria. A su cargo está,
además, el cuidado de la
Iglesia Parroquial. Los curas de la provincia de León no eran
en su mayoría miembros de la
Orden de Santiago,
irregularidad que repetida e infructuosamente, intentan subsanar las disposiciones
capitulares de la orden[12].
No es el caso de Ribera del Fresno, cuyo beneficio curado fue provisto desde
1481 en “freyres” del hábito santiaguista, como se desprende de la visitación
de 1498.
Subordinados al cura podría haber
otros clérigos que le ayudasen en los oficios divinos, como se comprueba en
varias de las visitas a Ribera.
Aunque no había en la encomienda de
Ribera clérigos regulares fijos, sí sabemos por la documentación que los había transeúntes, una de cuyas misiones
debió de ser la de predicar las fiestas.
En la documentación consultada
aparece la figura de los capellanes, prebendados por instituciones o
particulares con misión de decir misas por los difuntos. Como veremos, no son raros los conflictos de intereses
provocados entre los capellanes y el cura por las interferencias producidas
entre sus respectivas funciones en el interior de la iglesia.
Ya fuera del ámbito clerical,
debemos considerar aquellos cargos y oficios que, aun estando en manos de
laicos, están al servicio de iglesias, ermitas y entidades benéficas; nos
referimos a mayordomos, santeros (ermitaños), caseros de hospitales,
sacristanes y mozos[13]
de iglesia.
2.1.- FORMACIÓN
RELIGIOSA Y MEDIOS MATERIALES DE LOS CURAS DE RIBERA.
Como vimos al principio de esta exposición,
tanto en Europa en general como en España en particular, la incultura e
inmoralidad del clero era uno de los más graves problemas de la Iglesia. Estas
lacras se hacen patentes en el absentismo de los clérigos, en su descuido de la
formación doctrinal o atención sacramental de los feligreses, en la práctica
del concubinato, etcétera.
En
todos los documentos consultados se observa la preocupación de la Orden por el hecho de que el
clero a su servicio esté libre de estos defectos. También es conocido el
interés de la Orden
en que los clérigos que actúen en sus
territorios sean del hábito de Santiago. Este interés no sólo obedecería a una
motivación económica – las dádivas de
los fieles se dirigirían a quienes les dieran asistencia espiritual-, sino
también a otra de orden doctrinal, pues sabida es la influencia de la confesión
y las predicaciones en la mentalidad social de la época. Así, no extraña que se
diga que según los establecimientos, nadie puede confesar con clérigo de otra
Orden que la de Santiago, salvo en caso de necesidad o permiso expreso[14]
.
De este modo, siendo, como vimos
que eran los curas de Ribera, “freyres”
de la Orden de Santiago,
la situación al respecto estaría salvada. Además, según opinión de los
visitadores, los sucesivos titulares del beneficio curado de Ribera en la época
que nos ocupa fueron considerados bien suficientes en oficio y las otras
cosas a su cargo[15].
Con todo, en algo debería de faltar el cura a sus obligaciones pues que el
provisor se las recuerda en los capítulos establecidos en 1497 para resolver
las querellas interpuestas por el concejo. En primer lugar, le comunica que
corresponde al prior o a su delegado -el provisor en este caso- remediar e
dar horden como los fieles cristianos tengan los mandamientos de Dios Nuestro
Señor e los de Santa Iglesia con toda
obediençia e reverençia[16].
En virtud de tal poder como delegado del prior, el provisor dice al cura
que es obligación suya, por oficio, administrar los sacramentos en sus tiempos e
quando convengan.
Pero la amonestación no se limita a establecer las obligaciones
propias del oficio, sino que el provisor va más allá y exige mayor celo
evangélico en el desempeño de la labor de rector parroquial. Dice así que: allende
de lo que [...] curas e retores
son obligados deben regir y
gobernar a sus parroquianos prestándoles alimento espiritual a sus ánimas
con toda paçiençia enxemplo e dotrina ynstruyendoles e ensennandoles lo que han
de fazer como catolicos cristianos syn alteraçyon ni otro escandalo[17].
Esta última observación es de sumo interés por
cuanto revela el interés de la orden por la salud espiritual de sus vasallos
incluso más allá de lo meramente normativo. Para ello encarece a sus clérigos
para que no se limiten a comportarse como funcionarios -lo cual sería común,
dada la necesidad de hacer este encarecimiento-, sino que sean realmente
apóstoles del evangelio.
Fuera ya del aspecto espiritual,
pero vinculado con él, debemos considerar los recursos materiales con que
cuenta el cura. Y ello porque en ocasiones, por falta de renta suficiente
algunos de los de la provincia se ven
obligados a meter mano en ofiçios agenos del ofiçio sacerdotal[18]
o bien algunos clérigos curas no tienen el cuydado que deuen en el seruicio
de las Yglesias […][19].
Tampoco en este aspecto parece haber problema alguno por cuanto, a tenor de la
documentación, el cura de Ribera debía
de vivir con cierto desahogo. Así, en 1498 cuenta, según su propia declaración,
con los derechos de renta en concepto de ayuda para su mantenimiento,
consistentes en 60 maravedíes anuales además de un costal de pan, algo de cera
y otras rentas. Además de esto obtiene 40 cargas de uva de dos viñas de la iglesia
y 22 fanegas de trigo[20].
Estas rentas y otros derechos no hacen sino crecer en los años subsiguientes a
la vista de las cuentas que se dan en
las visitaciones de 1501, 1503 y 1508.
Apoyan la idea del relativo buen
pasar de que gozaría el cura las noticias que sobre tal cuestión aportan las
visitaciones. Sirva de ejemplo el hecho de que, en 1498, tenía a su disposición como criado a un
clérigo que le ayuda en los servicios divinos y al que puede permitirse darle
una casa bien reparada[21]
con una viña.
3.- SUPERPOSICIÓN DE JURISDICCIONES EN LOS ASUNTOS RELIGIOSOS.
Por todo lo dicho anteriormente,
vemos cómo la vida religiosa del pueblo no discurría de modo totalmente
tranquilo. La intervención de la
Orden , en 1497, en la
querella suscitada entre el cura y el concejo de Ribera nos informa, por otra
parte, acerca de varias cuestiones que revelan la interferencia jurisdiccional
entre poder civil y poder eclesiástico en cuestiones religiosas.
En efecto, si bien la Orden delega en el cura la
gestión de los asuntos eclesiásticos del pueblo, sus atribuciones no son
exclusivas, sino que se superponen en dicha gestión tres poderes, a saber: el
propio cura, en su calidad de representante religioso de la Orden , y en concreto, del
prior de San Marcos; el comendador, como dignidad directamente dependiente de las
más altas instancias de la Orden ,
concretamente del maestre; y el concejo. Conforma éste una peculiar estructura
de poder pues, aun siendo como las otras dos autoridades dichas un órgano
delegado de la Orden ,
a diferencia de ellas, sus miembros proceden del pueblo, cuyos intereses vemos que representa. En efecto, el concejo se muestra susceptible
ante lo que considera abusos de poder del cura y actúa como denunciante en
nombre de cuantos puedan sentirse agraviados en el pueblo por dichos abusos.
Así mismo, reclama, y ve satisfecho el reconocimiento de sus atribuciones en la
gestión de la iglesia, que el cura tomaba como exclusivas, como cuestión que es
del interés no sólo del cura, sino del pueblo en su conjunto.
En primer lugar, fue denunciado por parte del dicho concejo
que el dicho cura se entremetia a gastar algunas cosas de la yglesia syn
consulta de los oficiales e buenos onbres de la dicha villa[22]
La resolución del priorato por medio
de su provisor provee para el caso:
[…] quel
dicho cura en cosas que no sean de mucha cantidad para reparo de la dicha
yglesia e cosas para ella
pertenescientes lo pueda fazer mandándolo al mayordomo de la yglesia para que
dello de razon al tiempo de la cuenta como e en que se gasto. Pero en lo que
sea de alguna sustancia e pase de los dos o tres mill maravedies o dende arriba
que aya primeramente consulta e acuerdo con los ofiçiales e algunos buenos
onbres del concejo[23]
Finalmente
el procurador prevé la circunstancia de que no haya acuerdo entre concejo y
cura, para cuyo caso establece que se recurra al prior o al procurador en quien
el prior delegase la resolución del conflicto.
También se generan conflictos con
respecto al uso de la iglesia y sus pertenencias. Según las denuncias
presentadas por el concejo tanto mozos
de iglesia como otros clérigos tendrían impuestas por el cura limitaciones para
ello. Así, por ejemplo, el concejo presenta quejas diciendo que el cura tiene
guardados los libros e non los dexa
tratar a los moços que andan en la
Yglesia e aun a los
otros clerigos[24].
El procurador no desautoriza totalmente al cura pues reconoce la necesidad de
tener bien conservados los libros, que no se saquen de la iglesia y que se usen
siempre sobre el atril, pero al mismo tiempo ordena que asy por la mañana
como a las visperas puedan e tengan logar los dichos clerigos e moços de verlos
porque puedan fazer catar e leer por ellos pues que para aquellos fueron fechos[25].
Vemos aquí cómo en el propio seno del
clero hay diferencias: el cura por un lado, los capellanes por otro, como más
dependientes en sus prebendas de personas o instituciones ajenas a la iglesia,
como pueden ser el concejo o comitentes particulares.
No debe extrañarnos, por otro
lado, que el concejo se enfrente al cura
en cuestiones eclesiásticas que no sean exclusiva competencia de éste; es decir, que exceden el terreno espiritual y
de la doctrina y que de algún modo afecten a los vecinos. De este modo,
religión y sociedad se imbrican en un nudo
-como veremos más precisamente en el siguiente capítulo- que conduce de forma
lógica al solapamiento de jurisdicciones con los conflictos consecuentes.
Estas y otras diferencias entre el
cura y el concejo son resueltas por el provisor dando órdenes conforme a leyes
capitulares, estableciendo que en caso de desacuerdo se remita el caso a la
decisión del prior o su procurador o incluso recurriendo a lo que es costumbre
en la tierra. Esto último nos muestra, de paso,
cómo, a pesar de la cada vez más normativa regulación de todos los
aspectos de la vida en las tierras de la Orden , aún muestra su vigor la costumbre como
arbitrio en la resolución de conflictos.
III.-
CONDICIONAMIENTOS SOCIALES DE LA RELIGIOSIDAD
1.- MUJER, MATRIMONIO Y SOCIEDAD
En general, durante la Baja Edad Media, la
mujer es considerada como la encarnación misma del pecado. Uno de los
tratadistas medievales que mejor nos ilustra la mentalidad de la época en este
aspecto fue Alonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera quien arguye que hasta la mujer más [...] honesta puede, por tanto ejercer de
tentadora. [...] El reconocimiento de
este hecho conduce, por tanto a la separación más taxativa entre ambos sexos[26].
Consecuentemente, la mujer, culpable
de la excitación de los más bajos instintos en el hombre, no debía perturbar la honesta
asistencia de éstos a la iglesia. Es por eso por lo que hombres y mujeres debían estar allí
separados. La norma afectaba al propio cura, quien no podía andar entre ellas.
Esto suscitaba a veces problemas como ocurría en misa durante el acto de las
ofrendas. La orden, fiel a su afán regulador, no deja sin atender este asunto,
como vemos a continuación.
En efecto, según se desprende de las demandas
del concejo de Ribera al prior, el proceso de las ofrendas debía de resultar enojoso a los fieles, quienes además
lo considerarían como una pérdida de tiempo. Éste consistía en llevar, cada uno
lo que ofreciese, al pie del altar. El concejo pide que sea el cura quien baje
del altar y haga algunas paradas. Así lo ordena el provisor, diciendo que pare
dos veces entre los hombres para recoger las ofrendas; en cuanto a las mujeres manda que el dicho cura pueda
ofreçer guardando lo que se deve guardar
e mirar andando entre ellas[27].
Es decir que se le da licencia para andar entre las mujeres, pero con la debida
honestidad.
Más graves consecuencias que una
mera pérdida de tiempo supondría otro de los motivos de queja del concejo al
prior. Podría inferirse de ello la
posibilidad de que el cura adecuara las normas de la Orden e incluso la
interpretación del mismo Derecho Canónico a sus propias conveniencias o
convicciones de rigorismo moral. Es el caso que, según dichas quejas, se negaba
a casar a mujeres que estuvieran embarazadas o de cuya virginidad se dudara (corrutas
según la documentación). También parece que era reacio a casar a viudos o
viudas. Considerando la trascendencia económica y social que en la época tenía
el matrimonio, especialmente para las mujeres, podemos colegir que esta actitud
del cura resultaría muy perjudicial para ellas y para la sociedad en general.
Se comprende, pues, el interés del concejo por que se cumplan las leyes
eclesiásticas, lo cual ordena el procurador incluso con carácter retroactivo[28]
2.- TRABAJO Y CUMPLIMIENTO RELIGIOSO
Trataremos ahora de dar respuesta a
algunas cuestiones que cabe plantearse en relación con estos dos aspectos de la
vida cotidiana de los vecinos de Ribera a fines de la Edad Media.
En primer lugar cabe preguntarse si
influyen y, si es así, cómo, las fiestas
religiosas en el trabajo de los vecinos de Ribera y viceversa. A continuación
nos interesa saber hasta qué punto están estos obligados a cumplir con el
precepto y si están obligados además a descansar, a no realizar ningún trabajo
en tales días. Por último interesa saber qué días eran fiestas de guardar
además de los domingos.
Veremos en este capítulo cómo, en
respuesta a la primera de las cuestiones, efectivamente se entrecruzan ambos
aspectos en la vida cotidiana de los ribereños de finales de la Edad Media. Días
festivos y horarios de misa no son fáciles de armonizar con el trabajo de los
villanos; pero la Orden
se ocupa de una y otra cuestión procurando, por un lado, horarios asequibles a
aquéllos, y proporcionándoles, por otro, un calendario de fiestas.
Consideraremos primero lo relativo a misas para centrarnos posteriormente en el
interesante documento que nos legó el provisor al ordenar las fiestas del
pueblo.
3.1.- LA MISA DE
ALBA
El concejo cuida de que los habitantes del pueblo puedan conciliar
sus tareas con el cumplimiento de los preceptos festivos. Arguye al respecto,
ante el provisor de la Orden ,
que por ser el pueblo populoso e de onbres que van a sus faziendas de mañana
debería decir Misa de Alba el cura o clérigo a quien él mande. De este modo,
los labradores, mayoría en la población, podrían cumplir el precepto sin
desatender sus labores campesinas, especialmente en épocas de mucha labor como
son la sementera o la barbechada. Vuelve la orden a mostrarse comprensiva con
sus vasallos y ordena que tenga el cura
el cargo de que así se haga para los tiempos dichos; para otras épocas se
resuelve que también haya Misa de alba, pero corriendo a cargo del concejo, el
cual deberá proveer y remunerar a un capellán que diga la Misa.
El hecho de que el concejo se
mostrara tan interesado en procurar horarios de misa a la conveniencia de los
labradores puede ser una prueba de que
el cumplimiento del precepto era una obligación que iría más allá de la espiritualidad
individual de los vecinos. Se contesta así a la segunda de las cuestiones. Además, el cura tenía potestad para
castigar no sólo a los que infrinjan el
precepto de escuchar misa, sino que además, y así se responde a la tercera
cuestión, manda penar a los que trabajan. Al respecto, según Daniel
Rodríguez Blanco[29], la Orden habría actuado con una
escrupulosidad casi judaica en el
cumplimiento del descanso dominical.
3.2.- LAS HONRAS POR LOS DIFUNTOS
Otro aspecto relevante en el que se
mezclan lo espiritual con lo social fue el relativo a las honras fúnebres. Es
el caso que no siendo las misas de difuntos una obligación de oficio del clero
parroquial, sino un cargo de carácter contractual entre capellanes y
particulares o instituciones, su celebración fue causa de discordia.
Por un lado, parece que los
capellanes no serían muy respetuosos con la celebración de la Misa Mayor en los días
de fiestas en cuyo desarrollo interfieren celebrando en cualquiera de los demás
altares de la iglesia. Podemos imaginar la incomodidad del cura párroco
amonestando a sus fieles desde el púlpito o glosando la festividad del día[30],
mientras el capellán consagra al tiempo que hace tañer los esquilones, anda
hacia una sepultura para oficiar el responso, o se dirige a los deudos para
recibir limosnas. Es natural que la
Orden tuviera leyes capitulares al respecto en las que
prohíbe tales coincidencias, particular que el provisor deja claro al concejo
de Ribera.
Por otro lado, igual que en lo
relativo al cumplimiento de los preceptos festivos, los habitantes de Ribera
también se ven condicionados por sus tareas campesinas a la hora de asistir a las honras fúnebres. Se
pide, pues que las onras por los difuntos se dixesen los domingos y fiestas
porque la gente siendo labradores como son los más dellos están más juntos en
la villa para onrar a los tales difuntos e a sus parentes[31]. Se trata, quizás como en el caso de la Misa dominical o de día de
fiesta, de un asunto a mitad de camino entre lo espiritual y lo social;
efectivamente, lo que interesa no es sólo la oración por los difuntos, sino,
más incluso, el cumplimiento con sus parientes. Una vez más, la providencia de la Orden procura la resolución
del conflicto ordenando que se pueda oficiar por los difuntos en domingos y
fiestas, pero a la hora de vísperas.
3.3. LAS FIESTAS: EL CALENDARIO DE FESTIVIDADES ¿DEVOCIÓN O PRECEPTO?
Vistos los asuntos relativos al
cumplimiento del precepto festivo, ocupémonos ahora del segundo aspecto de la
cuestión, a saber, el de la abundancia y distribución de los días festivos a lo
largo del año, cuestión que no dejaba indiferente a los vecinos de Ribera.
Éstos, como ya hemos visto eran mayoritariamente labradores, y labradores
propietarios debemos añadir[32].
Siendo así, no se mostrarían muy proclives a tener más fiestas que las
necesarias, pues éstas los apartaban de las labores que les procuraban
sustento.
Respecto a qué fiestas habría que
guardar, además de los domingos, es posible que hubiera alguna arbitrariedad
por parte del cura, pues los vecinos de Ribera, a través del concejo
manifiestan su desacuerdo con las que aquél les impone. Se quejan los vecinos
de que son muchas fiestas, lo cual, como acabamos de ver va en perjuicio de los
labradores, y añaden que muchas de éstas
no se guardan en otros lugares de la provincia. Para resolver el caso, el
provisor deja relación del calendario anual de fiestas según lo que manda la Iglesia , pero también
conforme a lo que se tiene por costumbre en la provincia. Se trata de una
información muy oportuna e ilustrativa
para el conocimiento de las fiestas que se celebraban no sólo en Ribera,
sino en la Iglesia
Católica en general, y que exponemos a continuación:
CALENDARIO DE LAS FESTIVIDADES
DE PRECEPTO Y DE DEVOCIÓN QUE SE GUARDABAN EN
|
|||
PASQUAS
|
|||
NAVIDAD
|
25 de diciembre
: Natividad
26 de diciembre
: San Esteban
27 de diciembre
: San Juan Evangelista
28 de diciembre
: Santos Inocentes
|
||
RESURRECCIÓN
|
Movibles: Del Sábado
al Martes de Pascua.
|
||
ASCENSIÓN
|
Movible: Jueves cuadragésimo de Resurrección.
|
||
PENTECOSTÉS
|
Mayo/Junio: Domingo a Martes de Pentecostés.
|
||
CORPUS CHRISTI
|
Movible: Jueves sexagésimo de
|
||
Otras festividades
religiosas
|
|||
Mes
|
Premia
|
Devoción
|
|
Enero
|
Circuncisión
Epifanía
Santos
Mártires Fabián y Sebastián.
|
||
Febrero
|
Purificación de Santa María
San Matías Apóstol
|
||
Marzo
|
Anunciación de Nuestra Señora
|
||
Abril
|
San Marcos Evangelista
|
||
Mayo
|
San Felipe
Santiago
Invención de la Santa Cruz
|
||
Junio
|
San Bernabé Apóstol
San Juan Bautista
San Pedro y San Pablo Apóstoles
|
||
Julio
|
Santa María
Magdalena
Santiago Apóstol
|
Santa Ana
|
|
Agosto
|
Trasfiguración de Nuestro Señor
San Lorenzo Mártir
Asunción de Nuestra Señora
San Bartolomé Apóstol
|
||
Septiembre
|
Natividad de Nuestra Señora
San Mateo
Apóstol
San Miguel Arcángel
|
||
Octubre
|
San
Francisco
Sant Lucas Evangelista
San Simón y Judas Apóstoles
|
San Francisco
|
|
Noviembre
|
Todos
los Santos
Sant
Martin Obispo
San
Andrés Apóstol
|
Santa Catalina
|
|
Diciembre
|
Concepción de Nuestra Señora
Santa María de
Santo Tomé Apóstol
|
Santa Olalla de Mérida
|
El análisis de este calendario nos
servirá para comprobar la influencia de
la religión en la vida social y laboral, pero también como índice que,
combinado con otro elemento de juicio cual es el de las realizaciones
materiales en el terreno de lo religioso, nos informe sobre el estado de las
devociones.
El calendario divide las festividades en dos categorías:
las clasificadas bajo el calificativo de “de premia” y las que lo están bajo el
de “de devoción”. En aquéllas es preceptiva la asistencia a misa, mientras que
en éstas sólo es recomendable. En uno y otro caso podría haber predicación[33],
lo que los documentos llaman echar las fiestas, y que vimos que estaría
a cargo del cura o de algún predicador venido ex profeso.
En total son cuarenta y cuatro
fiestas de precepto más cuatro de devoción, a las que podrían añadirse las
otras festividades de muchos santos y santas que han de ser más de devoción que
de premia[34],
observación que abre la posibilidad de
atender a devociones particulares o de carácter local. De las fiestas de
guardar trece corresponden a las cinco pascuas, una de las cuales fue la
primera fiesta de importancia en la cristiandad: la Pascua de Resurrección, a
la que se añadieron después las demás. Podemos comprobar cómo el Triduo Sacro
aún no está presente en la liturgia oficial, a pesar de los anhelos
penitenciales de los mendicantes.
Para las treinta y una fiestas
restantes ensayamos una clasificación por grupos que nos descifre qué tipos de devociones
eran objeto de culto litúrgico en la época. Nos limitamos ahora a hacer dicha clasificación y dejamos su glosa
para el capítulo correspondiente a las devociones:
Los doce apóstoles y San Pablo.
Los cuatro evangelistas.
Mártires y protomártires. Son los
primeros santos, junto con San Juan Bautista, conmemorados por los cristianos.
Entre ellos cabe destacar a los Santos Fabián y Sebastián.
Las fiestas marianas: Concepción,
Natividad, Purificación, Anunciación, Expectación (O) y Asunción.
Fiestas cristíferas: Epifanía,
Circuncisión y Transfiguración.
Culto a la cruz: Invención de la Santa Cruz.
Otros Santos: San Martín, San
Francisco -con el doble carácter de ser además de devoción- y San Juan
Bautista.
Por lo que respecta a las fiestas de
devoción tenemos la de Santa Ana, Santa
Catalina, San Francisco y Santa Eulalia
de Mérida.
4.- LAS
DESVIACIONES
Para terminar con el capítulo
dedicado a los condicionamientos sociales de la religiosidad consideraremos el
caso de los que, por mor de la homogeneidad religiosa impuesta por los Reyes
Católicos en sus reinos se convirtieron a la fe católica; es decir, los
conversos o cristianos nuevos.
Como vimos, una de las
preocupaciones de los Reyes Católicos fue la sinceridad en las conversiones de
judíos y musulmanes, es decir de los cristianos nuevos. Para ello se estableció
el Tribunal de la
Inquisición , pero también se actúa mediante el
adoctrinamiento, tarea de la que se encargaban los curas de los pueblos. Así,
los visitadores de 1503 expresan este particular diciendo que de los convertidos
de ambos gremios que en esta villa avia los que se hallaron defectuosos fueron
reprendidos e encargado el cura que los encamine e ensenne en todo lo que
conviene a salud de sus animas e el es obligado[35].
A juzgar por estas observaciones podemos colegir que la fe y la práctica de los cristianos nuevos
de Ribera no eran completamente del agrado de los visitadores.
Lo mismo se observa, anteriormente,
por el libro de la visita de 1498. En él se encomienda al cura que remedie la situación adoctrinando y
vigilando a dichos cristianos nuevos. Para ello debe visitarlos cada mes y
comprobar si rezan y se santiguan y si lo hacen bien. Queda de manifiesto,
además, la importancia de la confesión
como medio de adoctrinamiento, pues se
ordena también al cura que les reforme en confesiones[36].
Como corolario de todo este capítulo
podemos concluir que, ya fuera por falta
de formación del cura, ya por
absentismo, por abuso de poder o
simplemente por incomprensión de los parroquianos, la Orden debió intervenir en la
encomienda de Ribera. Este era el modo
en que la Orden de Santiago velaba
para que se establecieran buenas relaciones entre sus vasallos y delegados,
vigilaba que su adoctrinamiento
religioso fuese el adecuado y procuraba
el fiel y asequible cumplimiento de sus obligaciones religiosas.
IV.-
EXPRESIÓN MATERIAL DE LA
RELIGIOSIDAD : EDIFICIOS Y ENSERES
Estudiamos aquí edificios y enseres religiosos
sólo en cuanto su análisis nos pueda servir como referencia para conocer mejor la piedad del pueblo de Ribera en la época
estudiada.
1.- LA
IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA
1.1.- EDIFICIO
Contaba el pueblo con una iglesia principal bajo
la advocación de Santa María. Estaba
construida con tres naves, separadas por arquerías de cuatro arcos cada una. La
cubierta era pobre, de madera tosca con caña y teja. Sólo la Capilla Mayor (presbiterio) se cubría con bóveda, que era semiesférica y
construida de cal y canto, muy bien labrada y pintada con imágenes. Durante el periodo objeto de estudio se está
reedificando la iglesia, abriendo nuevas capillas y cubriendo la iglesia más
ricamente de madera de pino pintado e dorado de obra morisca, muy gentil e
adornada que se a hecho después de la visitación pasada e se dan mucha priesa
en la obra de manera que segund los materiales e maestros se acabará presto[37]
En esta obra se gastaron casi 42.000 maravedíes sufragados en parte por el
comendador, en parte por el concejo y en parte por limosnas del pueblo.
Tiene la iglesia en 1494, además del sagrario, una
capilla dedicada a Santa Ana, a mano izquierda del altar mayor, y separada del
cuerpo de la iglesia por un arco toral. A ésta se añaden posteriormente las
capillas de Santa Bárbara y la de Santa Cecilia. A los pies de la iglesia hay una
tribuna, bajo la que se encuentra la pila bautismal. En cuanto al campanario es modesto, con dos campanas.
En conjunto, y aunque hay partes bien construidas,
los visitadores de 1494 son de la opinión de que para tal pueblo era
menester mejor iglesia y mayor[38],
advertencia que parece atenderse a tenor de las obras que hemos
mencionado.
1.2.- RETABLOS, ALTARES E IMÁGENES
El mayor celo ornamental se pone en el sagrario,
de modo que el sacramento esté guardado con la mayor dignidad posible. Las
puertas del sagrario estaban talladas y doradas con imágenes, siempre según los
visitadores, muy bien labradas y pintadas. Dentro de él, en el interior de un cofre dorado, se
guardaba el Sacramento, en una caja de madera. No les pareció a los visitadores
de 1494 suficiente reverencia y ordenaron que la caja fuera de plata, lo cual
se verificó en la visita de 1503. Según se dice en esta misma visitación, el
sagrario fue mandado fazer por el comendador Martín de Tordesillas de
cuyas donaciones a la iglesia local se hace eco repetidamente la documentación
consultada.
Estaba el sagrario muy bien guarnecido con una
sábana con verónica pintada por
respaldo[39]
y un lienzo delante del sagrario con Cristo atado a la columna. Colgando
del sagrario había una cruz negra de aceituní, expresiva con lo demás del
cuidado puesto en el ornato de esta parte de la iglesia.
El altar mayor lo presidía la imagen de la titular
del templo, sin más advocación que la de Santa María. Era talla de bulto redondo, vestida con un manto de terciopelo negro.
Debe de corresponderse con la
Virgen del Valle, talla protogótica, pero ésta es talla
completa, no imagen de vestir. Bien es verdad que era costumbre, como vemos en
muchas imágenes de vírgenes, vestirlas aunque fueran de talla completa[40].
A sus lados, tenía las imágenes de dos ángeles ceríferos.
Este altar estaba, en cierto modo, ricamente
guarnecido, pues además de los manteles tenía un frontal de guadamecí bien
labrado, y recién estrenado en 1494 y un palio de seda bordado con motivos
renacentistas (un grifo y follajes) todo de oro fino, lo cual da idea de lo
suntuoso que debería de resultar el conjunto.
Además de un altar en la capilla dedicada a Santa
Ana, había dos altares en el cuerpo de la Iglesia ,
el de San Juan y el de Santa Bárbara, aunque éste no se cita hasta la
visitación de 1501, todos guarnecidos de
forma parecida al altar mayor. En el de San Juan, además de una imagen pequeña
del santo, hay un retablo dedicado a la Quinta Angustia
que no se cita antes de 1501, ignoramos si por negligencia o porque fuera hecho
entre 1498 y 1501.
Suelen mencionarse entre el mobiliario de los
altares los atriles, cuyo empleo ya hemos visto que era obligatorio para usar
los libros.
1.3.- ENSERES
Si en lo constructivo la iglesia dejaba
que desear, no era mejor la situación en cuanto a ornamentos sagrados. De estos
se decía que en la iglesia tienen mucha necesidad de ornamentos, en especial
dalmáticas para fiestas.
No obstante, parece que la iglesia
estuvo bien surtida de objetos para el culto y la liturgia: custodias, cálices,
patenas, incensarios, vinagreras, cruces de altar y procesionales, casi todos
de plata y, algunos bien labrados. Cabe
preguntarse quién sufragaría sus costes y algo se dice sobre ello. Lo más
costoso del inventario en 1494 era una cruz de plata que, según consta en la
visitación de dicho año, se acababa de
hacer nueva, pues otra más antigua la habían robado de la iglesia. Es de notar
que esta nueva cruz fue costeada en
parte por el cura, quien dice haber dado
para ello la elevada suma de 10.000 maravedíes, otros donantes dieron
mil más y el resto lo pagó el pueblo “por servicio de Dios”.
También el comendador aparece como
donante de enseres, pues, por ejemplo, en 1494 dio lo necesario para hacer una
custodia de doce marcos de plata a partir de otra que sólo pesaba tres y
también pagó el oro para dorar un cáliz de plata mayor y mejor labrado que el
que venían usando.
En el coro había un facistol para el
canto y, en la trasera de la iglesia, unas andas de talla. Curiosamente dichas
andas son consideradas “muy superfluas para tal iglesia” y mandan que no se
hagan más, sino que se procure venderlas para gastar lo que se obtenga de su
venta en cosas más necesarias.
Debemos apuntar que el estudio de
los enseres se basa principalmente en la visitación de 1494, pero se observa
cómo en las sucesivas visitas va creciendo el número y calidad de los objetos
que se relacionan. De este hecho y de la adversidad que manifiestan los
visitadores con respecto a las andas puede colegirse que la orden fomentaba el
gasto en lo necesario para la liturgia, pero no veía con buenos ojos los
dispendios en manifestaciones de la religiosidad popular, como eran las
procesiones. Podríamos incluso pensar que tal rechazo no sólo se debiera a razones económicas, sino de formación
religiosa en el sentido de que se hace primar el culto litúrgico sobre las
devociones. ¿Cómo si no se explicaría la orden de los visitadores de que
en caso de que no se puedan vender las
andas se hagan otras más “moderadas para tal iglesia”?. No obstante, en 1503
hay una noticia que resulta contradictoria con todo esto, cual es que el
comendador entrega otras andas “doradas muy ricas de madera para el día de
Corpus Christi”.
2.- LAS ERMITAS.
El estudio de las ermitas, aun
contando con las reservas -ya expresadas por RODRÍGUEZ BLANCO- que hay que
mantener en lo tocante a ello[41], puede resultar provechoso para arrojar algo
de luz sobre las devociones populares.
Lo primero que llama la atención
sobre las ermitas es el estado calamitoso de algunas. Por otro lado, éstas no
están dotadas como la iglesia principal por la orden, ni sufragados sus gastos
por el concejo, el cura ni las aportaciones, tal vez obligatorias del común de
los vecinos, sino que se mantienen exclusivamente de las limosnas de las buenas
gentes, es decir de los devotos. Por tanto, es normal que, incluso las que
despertaban más fervores resultasen bastante pobres.
Su estudio como expresión de la
religiosidad popular presenta el
problema metodológico, ya lo hemos apuntado, de que no necesariamente su
establecimiento tiene por qué obedecer a una devoción generalizada. No obstante, quizás podamos
discernir qué sean devociones particulares de aquellas otras más populares
observando la permanencia de las ermitas en buen estado de conservación o su recuperación tras una etapa de
decadencia. También interesaría comprobar si sus altares estaban bien
guarnecidos, si hay retablos en buen estado y si tiene enseres bastantes para
mantener el culto. Además, en ocasiones, lo propios visitadores comentan si la
ermita concita especialmente la devoción de los vecinos. De hecho, así lo hacen
en la visitación de Ribera de 1494, comentario que transcribimos literalmente: Ay en término de la dicha villa otra hermita
que se dise Santa María de botoz a legua y media de la dicha villa. Es una
yglesia muy devota [...].
No sería esta una afirmación que hiciesen
gratuitamente los visitadores, por lo que tenemos un ejemplo de cómo, al menos
en ciertos casos, podemos rastrear el estado de las devociones populares en la
época. Nada empecé al caso el hecho de que se tratara de una inclusión errónea
de los visitadores, pues la dicha ermita no está en término de Ribera, sino de
Puebla del Prior, como se reconoce en visita posterior.
Veamos ahora qué ermitas había y
cuál era el estado de cada una de ellas.
2.1. ERMITA DE LOS MÁRTIRES
Esta es, como es sabido, una advocación muy común
no sólo en los pueblos de la
Orden de Santiago, sino en otros independientemente de la
jurisdicción bajo la que se encuentren. Como en otros pueblos, esta ermita se
encontraba justo a las afueras de la villa. Su mayordomo era en 1498 Juan de la Parra , a quien se ordenó que
gastase los 450 maravedíes que tenía de las limosnas en reparar la ermita.
2.1.1.- EDIFICACIÓN
El cuerpo de la ermita es una sola nave en cinco tramos separados por
arcos de ladrillo y cubierta de madera tosca, caña y teja. A los lados tenía
sendos portales con arcos y cubiertos del mismo modo que el cuerpo.
2.1.2.- RETABLOS E IMÁGENES
La
ermita se dedicaba a los Santos Sebastián y Fabián, cuyas imágenes, según la
visita de 1498, estaban pintadas en un retablo
de lienzo; además, había otra imagen de San Sebastián labrada en piedra.
Contaba la ermita con tres altares más y sus respectivos retablos, dos de ellos
dedicados a la Virgen
sin expresarse más advocación y otro del que sólo se dice que tiene historias
pintadas.
2.1.3. MUEBLES Y ENSERES
Al menos el altar de los Santos
Mártires está bien guarnecido con sus manteles, frontal y palio y se ilumina
con una lámpara de latón con sus cadenas. Tiene también la ermita un facistol
de madera para el canto, pila bautismal y campana en el campanario.
2.2. ERMITA DE SAN ANTONIO
En el camino de Llerena[42],
la ermita se había comenzado a hacer, pero sólo tenía elevadas las tapias. Su
estado no cambia en el periodo estudiado[43],
si bien en cada visita se expresa la intención de reedificarla, lo que empieza
a verificarse en la de 1508.
Es posible que el intento de
edificación de esta ermita estuviera relacionado con el desarrollo que en la
época estaba conociendo la orden franciscana en tierras de la actual Extremadura.
2.3. SAN PEDRO
Se encontraba una legua de la villa,
en el camino de Mérida y estaba a su cargo un santero, de nombre Diego Alonso
el Rubio, quien sólo disponía a tal fin de las limosnas de los devotos.
2.3.1.- EDIFICIO
En 1494 está a falta de cubrirse en
parte, pero el pueblo tiene decidido terminar su construcción, la cual estaba
ejecutada en 1498. Para entonces ya está completamente cubierta, con la técnica y
materiales de costumbre. Tiene una nave con tres tramos separados por arcos de
albañilería. Sería más pequeña que la de los mártires a juzgar por el número de
tramos, por el hecho de tener sólo una
puerta y porque no hay en ella más que un altar.
2.3.2.-
RETABLOS, IMÁGENES Y ENSERES
Tras
el altar, humildemente guarnecido, un retablo
con historias pintadas acoge la imagen de San Pedro, tallada en madera.
2.4.- SANTA MARÍA DEL
ARROYO
Esta ermita aparece derruida en todas las
visitas.
2.5.- ERMITA DE SANTA CECILIA
Hubo antes del periodo estudiado una
ermita bajo la advocación de Santa Cecilia cuyas vicisitudes resultan
especialmente interesantes, por varios motivos.
No es seguro que la ermita llegara a abrirse al culto, pues se dice en
la visitación de 1494 que derrocose lo que estava fecho al tiempo de las
contrariedades que ovo entre el maestre Alonso de Cardenas e el conde de Feria[44].
Lo que quedaba de ella para la época estudiada eran unas tapias, que se usaban
como muladar.
Es el caso que tanto Martín de
Tordesillas, que la encontró ya derribada cuando obtuvo la encomienda en 1474,
como el concejo se habrían interesado por su reedificación, fruto de lo cual
serían las tapias antes mencionadas, pero después sobrevinieron otras
necesidades de guerras por las que el
comendador, viendo que la ermita perjudicaba a la defensa de la
fortaleza, pide y obtiene licencia del
Prior de San Marcos para terminar de derribarla.
Parece que la conciencia del
comendador no quedó satisfecha, a pesar de justificarse por el derribo, pues se
ofrece a financiar la rehedificación[45]
de la hermita de los mártires, así como a sufragar los gastos de la capilla
que en ese momento se está construyendo en la iglesia principal y que debía de
ser la de Santa Cecilia. ¿O se trataba de una sanción impuesta por la Orden ?
3.- INSTITUCIONES BENÉFICAS: EL HOSPITAL DE SANTA MARÍA
Aunque no está asociado a cofradía
ni ermita alguna, ni tampoco se observa en su interior nada relacionado con el culto, podemos decir que
el hospital tiene vinculaciones religiosas, empezando por su dedicación a Santa
María. Y es que, en efecto, la beneficencia en aquella época estaba ligada al
concepto de caridad cristiana, motivo por el cual parece pertinente su
inclusión en este estudio.
3.1.- EDIFICIO, DEPENDENCIAS, MOBILIARIO Y AJUAR.
En 1494 se está reedificando el
hospital de Santa María del que en 1498 se dice que está ya bien edificado en
tapial y albañilería y que se está construyendo en él un claustro, del que ya
están hechos los arcos. Aunque se siga trabajando en él, en dicha fecha está ya
en funcionamiento. En 1501 está casi terminado el hospital, que
consta de una casa, establo y claustro. La casa tenía una cocina grande y
varias habitaciones con un total de seis camas además de la del matrimonio de
hospitaleros, todas provistas de ajuar (colchones, sábanas y alfamares[46]).
3.2.- FUNCIÓN
Según Daniel RODRÍGUEZ BLANCO[47],
los hospitales de la Provincia de León están
dedicados a proporcionar alojamiento a viandantes sin recursos o, simplemente,
pobres y vagabundos. A juzgar por las dependencias del de Ribera, además de
una cama se proporcionaría comida y acomodo para las caballerías. Nada se dice
sobre la asistencia sanitaria, aunque es posible que se prestara, si quiera de
modo elemental.
3.3.- ADMINISTRACIÓN, CUIDADO Y DOTACIÓN ECONÓMICA
El hospital depende del concejo y
sus gastos, administrados por un mayordomo,
son sufragados por el pueblo.
Están a su cargo como caseros, Esteban Vázquez, peón de la villa y su
mujer Isabel Vázquez.
V.- LAS
DEVOCIONES
Vimos por la relación anual de
festividades cómo algunas fiestas se calificaban como de devoción y otras como
de precepto. La diferencia es interesante porque nos sirve para distinguir lo
que es normativo y dimana de la autoridad de la Iglesia como institución
del fervor y apego que puedan sentir los fieles por determinada advocación. Lo
primero tiene que ver con la doctrina, lo segundo con la piedad y los afectos
naturales, aunque, por supuesto, ambos aspectos de la realidad religiosa
puedan, en ocasiones ir unidos.
Veamos ahora cuáles son las
devociones que se nos aparecen como más relevantes, según la documentación, en la Ribera de finales de la Edad Media.
1.- EL SANTO SACRAMENTO
La devoción a la Eucaristía es una de
las características de la religiosidad de la época, tal vez desarrollada por
las órdenes mendicantes y su piedad Cristo-céntrica. En las visitaciones, ésta
es sin duda la devoción más atendida, pero ignoramos si lo sería más por
imperativo religioso de la Orden ,
como de la Iglesia
en general, que por verdadera devoción popular. La prioridad cronológica que en
las visitas tiene la atención al Sagrario, el celo de los visitadores por que
el Santo Sacramento se guarde con dignidad e incluso con lujo nos informan bien
a las claras sobre cómo deseaba la
Orden de que este aspecto de la espiritualidad estuviese en
el centro de la vida religiosa de sus vasallos. En el mismo sentido nos informa
la procedencia del dinero para sufragar los gastos que todo esto origina: es la Iglesia con sus bienes
quien los paga, pero también el cura y el comendador, es decir, el dinero
procede de las instituciones o de sus representantes. Es cierto que en el caso
de la compra de la nueva cruz para el altar, la mayor parte es pagada por el
pueblo, pero quizás se tratara de una derrama obligatoria -lo pago el pueblo
es la expresión utilizada en los documentos-, más que una aportación
voluntaria inspirada por la devoción -limosnas de las buenas gentes es
lo que se dice cuando se trata de cómo se mantienen las ermitas.
También expresiva de la devoción al
Santo Sacramento resulta la donación que hace el comendador de unas andas
doradas para la procesión del Corpus.
2.- SANTA MARÍA
La devoción y culto a la Virgen María es otra
característica de la piedad bajo-medieval, también muy vinculada a la
espiritualidad de los mendicantes.
En Ribera está bajo su
advocación el templo principal, cuyo
altar mayor preside. También aparecen bajo
advocación mariana el Hospital del pueblo y una ermita, la de Santa
María del Arroyo, aunque estaba derruida y no había intenciones de reconstruirla.
Además, vemos cómo se le dedican altares en otras ermitas, caso de la de los
Mártires. Si conjugamos estas realizaciones materiales con la dedicación de
fiestas de precepto en el calendario podríamos concluir que el fervor por la Virgen María estaba bien arraigado en Ribera.
Pero como quiera que tales fiestas tenía un carácter oficial no nos sirven para
particularizar este caso.
En conjunto, cabría decir que obviamente existe en el pueblo la devoción
a la Virgen María ,
pero de forma relativamente tibia si la comparamos con la que se le profesa en
otros pueblos de la orden y aún de la cristiandad en general. Así, llama la
atención en este sentido, el contraste con el vecino pueblo de Puebla del
Prior, para el cual ya se ha señalado la devoción que suscitaba su Virgen de
Botoz aún vigente hoy día.
3.- SANTOS
Considerando la dedicación de
ermitas y altares así como su estado podemos colegir que hay en el pueblo
devoción a San Pedro, San Antonio, Santa Cecilia, Santa Ana, San Juan, Santa Bárbara y los Mártires San Fabián y San
Sebastián. Ya quedó declarada la posibilidad de que esta consideración podría
ser metodológicamente errónea, aunque no totalmente descartable, sobre todo en
el caso de las ermitas. Los altares, por
su parte, sí que suelen ser con más frecuencia encargados por particulares, por
lo que su validez como guía para indagar en el estado de las devociones
generales se antoja menor.
La devoción a los Santos Mártires
llama la atención por extendida. Ya se dijo anteriormente que es generalizada en estas tierras, pero también
lo es en otros lugares de la cristiandad occidental. En primer lugar, los
mártires son venerados como los primeros santos de la iglesia; pero
concretamente San Sebastián lo es además por su carácter taumatúrgico contra la
peste. A él va asociado siempre San Fabián.
Igualmente dedicada a los mártires, pero a los
anónimos, la festividad de Todos los Santos aparece en el calendario de fiestas
de guardar, y sabemos que lo era de forma especial, como quedó apuntado anteriormente.
También muy general y antigua es la
devoción a San Juan Bautista, corroborada en el caso de Ribera por la
dedicación a este santo de un altar e imagen en la Iglesia Parroquial.
La consagración de fiestas
devocionales a Santa Catalina -santa de la orden dominica- y a San Francisco
-con doble presencia para este santo en el calendario como de premia y de
devoción- podría estar relacionada con
la expansión de las órdenes mendicantes y la actividad de sus predicadores.
Curiosa resulta la observación
que hace el provisor sobre la festividad de
Santa Olalla de Mérida de la que se dice que por ser compatriota se debe
guardar más, mas es de devoción que no de premia[48].
Es decir, las fiestas de precepto tienen, como hoy, un carácter general
para la Iglesia ; pero comprobamos al mismo tiempo el interés
de la Orden por
el fomento de fiestas de ámbito regional animando a los parroquianos a que
guarden una de ellas por razones de paisanaje.
Revelador se antoja, por otro lado,
el hecho de que se añada a la dedicación de un altar a Santa Ana la presencia
del día de esta santa en el calendario de fiestas de
devoción, por lo que la coincidencia de ambos hechos pudiera tener de
confirmación de una devoción bien asentada en el pueblo.
4.- LA
SANTA CRUZ
Es devoción cuyo desarrollo podría
estar relacionado con la que los franciscanos siempre han mostrado hacia la Pasión de Cristo. La
presencia de la cruz ya sea de plata o madera, sola o como crucifijo, se verifica por la documentación consultada
para el caso de Ribera en altares, retablos y arcos torales. También las hay de
enagüillas -normalmente para procesionar-. De modo oficial es devoción que
queda consagrada en el calendario de fiestas de precepto bajo la advocación de
la “Invención de la Santa
Cruz ”, muy difundida poco después en tierras cercanas,
especialmente en los territorios del Ducado de Feria, a expensas de sus
señores.
5.- LA
QUINTA ANGUSTIA
Esta devoción pasional tenía consagrado un retablo
en la Iglesia
mayor, al menos desde 1501, índice del florecimiento incipiente que conocían
los temas relacionados con la pasión de Cristo.
6.- INFLUENCIA DE LAS ÓRDENES MENDICANTES EN LA ESPIRITUALIDAD
La vida religiosa, la acción de los
mendicantes y especialmente de la
Orden de franciscana conoció gran auge desde fines del siglo
XV. Esto, unido a la permisibilidad que entonces empieza a mostrar la orden
hacia el asentamiento de otras instituciones dentro de su territorio
facilitaría la expansión en ellos de frailes, especialmente de los menores. La orden, por otro lado, no tuvo nunca
problema con los frailes que individualmente entraban en su territorio,
principalmente si estos se encomendaban a tareas que ni la propia orden de
Santiago ni sus vasallos tuvieran suficientemente atendidas[49].
Conocida es, al respecto, la
actividad evangelizadora de los franciscanos en la región extremeña durante la Baja Edad Media y
también durante la Moderna
y la Contemporánea ,
hasta las exclaustraciones del siglo XIX.
Por tanto, quizás no sea descabellado
establecer relaciones entre el interés que parece mostrar el pueblo por
reedificar la ermita de San Antonio más la doble presencia, como premia y
devoción, del día de San Francisco en el calendario de fiestas por
un lado y la ya mencionada expansión de los frailes menores por otro.
Es muy probable que Ribera no
permaneciera ajena a dicha actividad, y aunque no hubo en ella convento de esta
orden como lo hubo en otras muchas poblaciones cercanas, sí resulta factible
que se desplazaran allí frailes
franciscanos, quienes dejarían semilla de las devociones y espiritualidad
propias de su orden. Rasgos de esta última, y en coincidencia con los
dominicos, hemos comprobado ya con las devociones tanto oficiales como
populares hacia la
Eucaristía , la
Virgen , los temas de la Pasión y la Santa Cruz.
Con las precauciones necesarias,
cabría sospechar que quizás sean ellos
los frailes para quienes se reservaba la mejor cama en el hospital o los
predicadores a cuyas exhortaciones de días de fiesta estorbaban los capellanes
cuando tañían los esquilones en mitad de la Misa Mayor.
CONCLUSIONES
El
pueblo de Ribera del Fresno era, en el tránsito de los siglos XV a XVI, unos de
los más poblados y ricos de la provincia de León. La prosperidad del pueblo se
basa en las posibilidades agrícolas que le ofrece un amplio término con suelos
fértiles, a cuyo cultivo se dedica la mayoría de la población.
En el estudio de esta encomienda
santiaguista se muestra la interrelación profunda existente entre sociedad y
práctica religiosa. Tal relación se manifiesta en la trascendencia no sólo
espiritual, sino social que tienen para sus habitantes los sacramentos,
especialmente el matrimonio, el precepto de la Misa y las honras por los difuntos.
No se observan aquí, en esta época
difícil para la Iglesia
católica, graves problemas que afecten a la religiosidad de sus habitantes, sea
esta más o menos profunda. El cura es adecuado, tanto espiritual como
materialmente, algo que no siempre se verificaba y que constituía un grave problema
para la Iglesia
en general. A pesar de ello, a juzgar por las quejas del concejo, por las
provisiones que al respecto da la orden, por la reiteración en la orden de
adoctrinar a los conversos y por algunas sanciones que se le imponen, parece
que la labor pastoral del cura podría mejorarse. A ello se orienta la acción de
la Orden , en la
que pueden detectarse las directrices reformadoras de los Reyes Católicos.
La confluencia de circunstancias de
índole espiritual con otras de carácter social implica una concurrencia
jurisdiccional en torno a la gestión de los asuntos religiosos. A esto
obedecen los conflictos entre el poder
concejil y el cura que, conforme a la ley y a la costumbre, .la Orden procura resolver. Ésta, aun mostrándose comprensiva con las
demandas del pueblo, tampoco desautoriza totalmente al párroco, pero sí lo
reconviene en lo que éste no actúa debidamente.
Por áreas de actuación, podríamos
decir que el concejo es competente en la administración económica junto al
cura, aunque a éste se le reserva alguna autonomía en aras de la agilidad en la
gestión de asuntos menores. En cuestiones relativas a liturgia y sacramentos
procura conciliar las posturas en favor de ambas partes, pues si es verdad que la Orden se muestra celosa en
que se asegure el adecuado cumplimiento de
los preceptos religiosos, procura
no perjudicar el normal desarrollo de la vida social y laboral del pueblo.
A dicho objeto, además de otras
disposiciones, se dirige el establecimiento de un calendario de fiestas que
aclarase cualquier duda al respecto. A pesar del carácter general que, en
cuanto a preceptos, dicho tiene dicho calendario en el seno de la Iglesia , también nos
orienta sobre las advocaciones objeto de
devoción en el pueblo o, tal vez más propiamente la provincia. Su cotejo con
las advocaciones de ermitas y altares podría resultar revelador del estado de
tales devociones.
Otro aspecto que puede considerarse
indicativo de la religiosidad de la época son las construcciones religiosas, su
nivel de mantenimiento y los enseres con que se las dota. Puede concluirse al
respecto que en los comienzos del periodo estudiado resultan insuficientes para
la categoría de la población; sin embargo, su nivel va subiendo durante dicho
periodo y al menos hasta el término final que le hemos establecido en 1508:
reedificación de la Iglesia
parroquial, de ermitas, dotación de enseres, ornamentos y libros, así lo
demuestran. Esto parece corresponderse
con el momento expansivo que se conoce
en la Castilla
de la época tanto en lo económico como en lo demográfico en combinación con el
ambiente de renovación religiosa de la pre-reforma católica. En cuanto a las
ermitas hay que advertir que su erección y mantenimiento está mucho más
relacionada con las devociones populares que con la espiritualidad de la Orden. Ésta se limita a
consentirlas y supervisar su estado y cuentas.
Relacionada con ese movimiento
renovador se nos muestra la preocupación de los Reyes Católicos por alcanzar la
unidad religiosa de sus reinos. Para ello centran sus actuaciones en el control
de los conversos o cristianos nuevos, tanto judaicos como moriscos, cuya
sinceridad y formación en la conversión al cristianismo parecen dudosos en
Ribera. Para su plena conversión se aplican remedios doctrinales, sin que por
la documentación consultada tengamos noticia de intervenciones inquisitoriales.
Hemos intentado mostrar, en
definitiva, cómo distintas instancias
(poder religioso, poder concejil, piedad popular) confluyen en la generación de
un determinado estado de cosas relativas a la religiosidad en tierras de la Orden de Santiago.
Interesante sería detectar sus similitudes y diferencias con la situación al
respecto en otras zonas de la cristiandad bajo-medieval, empezando por los
pueblos cercanos o por los de la
Orden en general.
Esperamos que este trabajo pueda
invitar al desarrollo de otros estudios en la misma línea, pero con mayor
ámbito temporal y espacial, siguiendo métodos comparativos en los que se
observen, entre otras cuestiones la relación entre el poder económico de los
pueblos y la riqueza de sus templos, la formación y moralidad del clero, las relaciones de éste
con el concejo, etcétera.
Se trataría, en definitiva, de
alcanzar un conocimiento más amplio en lo concerniente a la religiosidad popular
en tierras de Castilla, y más precisamente de la Orden de Santiago, sin
olvidar el estado de la religiosidad de
sus propias autoridades y la de ella misma como institución, en una
época crítica para la
Iglesia Católica.
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