Diego M. Muñoz Hidalgo
Introducción
El fenómeno de las apariciones marianas ha sido una constante en la geografía cristiana. Sólo en España existen miles, con sus correspondientes ermitas, iglesias y santuarios; en su mayoría originadas por míticas leyendas de apariciones de imágenes o presenciales de la Virgen. Sin entrar en la veracidad de dichas apariciones, sí podemos asegurar que todo obedece a unos patrones antropológicos repetitivos en todos los continentes. Uno de esos aspectos, que pretendemos analizar aquí, es la “ubicación” en donde supuestamente se han producido ciertos fenómenos místicos o apariciones milagrosas, así como la “simbología” a la que se asocia. Podríamos adelantar que casi toda devoción que se encuentra situada en un entorno rural, fuera de la población, es motivada por la existencia de restos de culturas anteriores a la cristianización medieval de nuestro territorio; es más, en muchos casos el encuentro con estos restos animó al inicio de una determinada advocación. También esto se hace extensivo al inicio de algunas poblaciones en los primeros momentos de la repoblación cristiana: por diversos motivos la aparición de restos arqueológicos determinó la elección de la primera iglesia y el posterior origen urbano alrededor de ella de muchos de nuestros pueblos. Veamos:
En la historia de las religiones son muchos los ejemplos en donde un dios o culto específico ha suplantado a otro por parentescos de contenidos mágicos o simbólicos: un ejemplo clásico sería el Heracles griego sustituido por el Hércules romano, etc. Diosas de la fertilidad, de la Naturaleza, o la Madre Tierra… fueron desplazadas por el culto a la Virgen María con la expansión del cristianismo. Del mismo modo el santoral cristiano está repleto de suplantaciones de ritos paganos. Ello obedece a la homogeneización de cultos de la nueva civilización dominante y a la necesidad político-religiosa del control del territorio por imperios, reinos o estados.
También, y en relación a las tierras hispanas, con convulsa historia militar entre civilizaciones, la conquista del territorio por los reinos cristianos del Norte a las taifas musulmanas del Sur, motivó la necesidad de buscar o reinventar enclaves de los primeros cristianos o hispanogodos para darles continuidad devocional. Así, antiguos lugares de culto cristiano, o que creían serlo, o la aparición de tumbas interpretadas como de mártires… son emplazamientos convertidos, con la repoblación cristiana, en ermitas o santuarios bajo diversas advocaciones.
Otro de los motivos que dieron lugar a la creación de espacios cristianizados fue la necesidad de ahuyentar cualquier atisbo del “mal” proveniente de culturas paganas. Así, la aparición de restos de otras culturas anteriores daba pie a la santificación del lugar. En el orbe europeo e hispanoamericano fue una constante realizar cruces, ermitas o iglesias sobre edificaciones antiguas arruinadas, ya fueran lugares mágicos de culto pagano o meros emplazamientos domésticos. De este modo triunfaba el “bien” sobre el “mal”, eliminando su poder y creando en su entorno, y paradójicamente, fuerzas mágicas positivas.
Por otro lado, la necesidad humana de buscar refugio en el “bien” ante las fuerzas del “mal”, hizo que se creasen lugares sagrados con cualquier tipo de excusa o conmemoración, muy relacionados con aspectos geográficos. A ello habría que sumar los lugares frecuentados por viajeros (entornos de itinerarios importantes, pasos obligados, cruce de caminos…) en donde se condensaban estos espacios mágicos positivos para la protección de los viandantes. También estarían aquellos lugares que por sus características (abundante agua, cuevas, etc.) fueran propiciatorios para la práctica mágica relacionada con la fertilidad de la tierra o el mundo de ultratumba, y que continuaron en época cristiana bajo diversas advocaciones. Incluso hay santos que nunca existieron y cuyo nombre es el resultado de la evolución etimológica de meros enclaves geográficos a ser mencionados como sagrados, o “hagiotopónimos”; evolución muy común en épocas medievales por este motivo de cristianizar todo. Un claro ejemplo de esto último lo tendríamos en el origen etimológico de Los “Santos” de Maimona, proveniente de “saltus”, o “paso entre sierras”, en referencia al paso del Camino de la Plata entre las sierras “del Castillo” y “de San Jorge”, fenómeno geográfico-etimológico-religioso que ya tratamos en la primera edición de este Congreso[1]. Otro claro ejemplo es la devoción a San Otero, que no es más que la evolución cristianizada de “saltus otero”, paso por un cerro o lugar elevado.
En resumen, ya fuera por la sincretización de cultos paganos a motivos cristianos, o por rescatar y dar continuidad a este culto tras el de ciertos entornos fue algo común en la historia de la humanidad. En Europa podríamos citar iglesias encima de grandes túmulos prehistóricos, como las de San Michel (Francia) (FIGURA 1) o La Hougue Bie (Jersey); o, también, la Iglesia de Pavía (Portugal) realizada en el interior de un dolmen (FIGURA 2). En la península un ejemplo curioso y significativo podría ser la Iglesia de la Santa Cruz (Cangas de Onís, Asturias). Su nombre proviene de la creencia de que aquí se albergó la cruz de roble que Pelayo llevaba en la Batalla de Covadonga, y que se convertiría en la Cruz de la Victoria. Se dice que fue el primer templo cristiano tras la ocupación musulmana. Es un pequeño edificio construido sobre un montículo en el año de 737 por el Rey Favila, donde previamente había una capilla del siglo V. Dicho montículo no era más que la tierra que cubría un dolmen de 5.000 años de antigüedad, que hoy se puede visitar excavado con sus grandes ortostatos, o bloques de piedras enhiestas, dentro de la Iglesia, en su cripta (FIGURA 3).
En las tierras hispanas en general, y en las de la Comarca de Zafra en particular, sobre yacimientos arqueológicos se multiplicaron lugares sagrados de culto cristiano bajo numerosas advocaciones, salpicando nuestro paisaje de ermitas y santuarios. Muchos son los ejemplos que podríamos citar aquí y que se rigen por este patrón, y cuya base es la mera necesidad de creer en lo divino, sea por refugiarse en el “bien” frente al “mal”, o siguiendo cultos relacionados con la fertilidad…, todo ello dentro de aspectos antropológicos-religiosos antiquísimos.
Así tendríamos, próximo al entorno de Los Santos de Maimona, el antiguo y arruinado convento franciscano, hoy Torre de San Francisco, en Zafra, en la falda de la Sierra de San Cristóbal, a escasos 4 km . de Los Santos y justo en el camino, probablemente de origen romano[2], que unía ambas poblaciones. Según mi criterio el emplazamiento de este convento fue debido a que es un yacimiento arqueológico de primer orden[3]. Aquí hemos documentado restos desde finales del Neolítico, Edad del Cobre, asentamiento rural romano, visigodo y árabe, seguramente debido al rico subsuelo de aguas subterráneas. Otro pequeño convento, el de Sto. Domingo, en Alconera, cumple este modelo yacimiento-santuario al encontrarse sobre un asentamiento romano y visigodo, seguramente una aldea minera relacionada con la extracción del mármol[4]. Del mismo modo tendríamos la Ermita de Belén, en Zafra, construida sobre un yacimiento arqueológico, de cierta relevancia, de la Edad del Bronce y castro celta de la Edad del Hierro[5] (FIGURA 4). Igualmente, las ermitas de Belén (Puebla de Sancho Pérez)[6], de Nuestra Señora del Valle (Valverde de Burguillos), de la Torre (Burguillos del Cerro), de San Juan (La Parra), de San Isidro (Villafranca de Los Barros), y un largo etcétera, se realizaron sobre restos arqueológicos, generalmente de época romana; asentamientos rurales muy comunes en este territorio o frecuentemente ligados a cursos de agua y acuíferos subterráneos.
Rápidamente, sin ánimo de profundizar, hagamos un breve repaso a tres aspectos básicos: en primer lugar la simbología astral o de luz a la que está asociada la imagen de Nuestra Señora de la Estrella; en segundo, su estrecha relación aquí con manantíos y corrientes de agua; y tercero, la puesta en escena de la aparición de una talla suya o presencialmente en un árbol ante unos pastores.
En primer lugar, no es nada original decir que la simbología religiosa basada en los astros ha acompañado a la humanidad desde sus inicios. Muchas de las apariciones marianas están en relación con la “luz”, bien sea resplandeciente ante los ojos de los humildes mortales, o como astros del cielo. Ejemplos los hay como el acaecido en Cuenca, en 1177, en donde la Virgen disfrazada de estrella sobrevoló la ciudad. Desde entonces en su escudo aparece la figura de una estrella de ocho puntas, semejante a la de nuestra Virgen de la Estrella. Este milagro se relaciona con la Virgen de la Luz, patrona de Cuenca. Su figura fue encontrada en una oquedad junto al Río Júcar, gracias al resplandor que emitía su imagen (FIGURAS 5 y 6). Otro ejemplo más próximo geográficamente lo tendríamos en Arroyo de la Luz (Cáceres), a pocos kilómetros de la Vía de la Plata, en la que la virgen se apareció en una encina con la intención de alumbrar a las tropas cristianas de Alfonso IX y deslumbrar a los musulmanes. Su Ermita está encima de un importante yacimiento arqueológico romano y visigodo, también con aguas subterráneas (FIGURAS 7 y 8); paralelismos (luz, arqueología y agua) que se repiten en nuestra Ermita de la Estrella santeña.
Las vírgenes de la Luz, de la Estrella, el lucero de la mañana… estarían relacionadas con la Gran Madre Céltica, la Venus romana, etc. (FIGURAS 9, 10 y 11). Su simbología como “estrella de ocho puntas” la encontramos en los orígenes de la civilización, en sumerios y babilonios. Está relacionada con la Madre Tierra, viéndose hoy en muchos mantos de Vírgenes Católicas, símbolo de lo femenino, de la fertilidad (FIGURA 12); del mismo modo ligado a un elemento tan representativo de vida: el agua. Esta devoción mariana la encontramos relacionada con la diosa Astarté (estrella), un sincretismo fenicio de cultos mesopotámicos e israelitas (FIGURAS 13 y 14).
En segundo lugar, sobre su estrechísima relación con el agua, habría que advertir que justamente debajo del Santuario de Nuestra Señora de la Estrella se encuentra una profunda galería, según tenemos noticias, en donde se recogen filtraciones de aguas subterráneas. Tanto es así que al pié de su Capilla Mayor donde se encuentra la Virgen, por la parte de atrás, sale una conducción bajo el suelo (FIGURAS 15). Sus aguas llenan un estanque que alimenta la frondosa huerta que se encuentra más bajo de la Ermita; más abajo aún existe una segunda alberca, más grande, para finalizar luego en el Arroyo Robledillo (FIGURAS 16 y 17).
En muchas culturas, sobre todo para los celtas, las corrientes de agua se les veneraba como origen de la vida. Es por ello que la parte más sagrada era su nacimiento, por lo que a los manantiales se les dedicaba una devoción especial. Una gran cantidad de fuentes consagradas o relacionadas con algún culto cristiano, antes lo fueron a alguna divinidad pagana. También hay una correlación directa entre las fuentes de las “ninfas” (con aguas milagrosas y medicinales) con apariciones marianas; así, manantíos y vírgenes suelen estar compartiendo espacios comunes en nuestra península y también próximo a este entorno, como por ejemplo las Ermitas de Belén de Zafra y Puebla de Sancho Pérez.
En tercer lugar hay una evidente relación o sincretismo entre la aparición de “hadas”, en contextos arbóreos, con la posterior asimilación o traducción al cristianismo en las apariciones marianas. Desde los albores de la humanidad encontramos vestigios que se han ido arraigando en el subconsciente popular, aún con la llegada del cristianismo. Es paradójico que en un primer momento la Iglesia renegara de estas prácticas paganas hasta que, arrastrada por el profundo sentir del pueblo en este fervor mágico, no tuvo más remedio que claudicar, convirtiéndose hoy en día estas apariciones marianas en gran parte de la base de la fe católica.
En este sentido estas apariciones están acompañadas de un público humilde, los pastores. Así, la aparición de Nuestra Señora de la Estrella, con dos versiones: la de su figura resplandeciente, o presencialmente de la propia Virgen en un árbol; en uno u en otro, o en ambos, se repiten en otros lugares: Fátima (Portugal), las Guadalupes cacereña y mejicana, etc. En nuestro caso tendríamos el “Árbol Gordo”, a la entrada de la explanada de la Ermita, un álamo centenario que aún se mantiene en pie (FIGURAS 18). En Grecia creían que los dioses vivían en los álamos[7]. Aunque cuenta la tradición santeña que fue en este árbol la aparición, no es tan viejo que alcanzase hasta el siglo XIV o XV, origen de esta devoción, al menos de la construcción de su primitiva ermita. De todos modos creemos que la leyenda pudiera estar asociada al culto del roble, árbol sagrado por excelencia. Digo esto por que habría que advertir un rastro toponímico aquí existente: la Rivera del Robledillo, a escasa distancia. Idéntica aparición a la de la Estrella la tenemos en Nuestra Señora del Roble (Pruit, Barcelona). Para los celtas este árbol representaba el “cielo”[8], o la cúspide del ciclo anual y la “puerta” al universo sagrado[9]. Para los romanos estaba relacionado también con Júpiter y la fundación de Roma[10].
Pero en sí mismo el árbol, junto al agua, ha sido el ser más sagrado de la naturaleza y en él se han asentado múltiples creencias: el Árbol Cósmico, entre el Cielo y la Tierra; el Árbol de la Vida, sobre la Fertilidad; el del Conocimiento, sobre el Bien y el Mal; Nuestra Señora del Árbol, sobre la Madre Tierra, etc[11]. Como paralelismo con Nuestra Señora de la Estrella, que se aparece en un árbol para darnos la luz o la buena nueva, podemos ver, en la iconografía egipcia, a la diosa Nut, otras veces Hathor, surgir de un “árbol sagrado” y dar de beber “agua” al alma del difunto para una vida nueva (FIGURA 19) [12].
Por otro lado, y curiosamente, es frecuente que el cuerpo de esta diosa Nut, o “diosa del cielo”, se represente como un firmamento repleto de “estrellas” (FIGURA 20). Vemos, por tanto, cómo en el entorno de esta Ermita y en su devoción, hasta qué punto todos estos símbolos están aquí presentes e íntimamente interrelacionados: la aparición de una diosa-madre, con el árbol, el agua y la estrella. O viceversa: el cielo y la naturaleza entera, la fertilidad, etc. representados como una “diosa madre-luminosa”, y que con el tiempo daría lugar, en un claro sincretismo religioso-antropológico, a Ntra. Sra. de la Estrella.
Muy brevemente decir, en espera de futuros estudios, que sobre el terreno en donde se asienta la Ermita de Ntra. Sra. de la Estrella observamos una gran dispersión de “tégulas” o tejas romanas (FIGURAS 17), cerámica común, algunos fragmentos de cerámica de lujo o “terra sigillata”, yacimiento que ya documentamos en su momento[13]. Tenemos noticias que en el siglo XVII se encontraron aquí “lápidas sepulcrales y piedras miliarias”; del mismo modo han aparecido recientemente algunas tumbas con ajuar en la Avenida el Santuario, o Paseo de la Virgen, entre la población y la ermita, posiblemente de origen romano, hoy desaparecidas[14]. El emplazamiento domina el valle del Arroyo del Robledillo (FIGURAS 15) y está próximo a otros asentamientos rurales romanos, paralelos y en la zona Norte de la carretera Los Santos-Badajoz[15]. Estas explotaciones rurales son numerosas en estas tierras, sobre todo al encontrarnos junto a un importante nudo de comunicaciones romanas[16]; estando este emplazamiento próximo a la Vía de la Plata que cruzaba estos pagos entre las sierras del Castillo y de San Cristóbal; “saltus” o “paso entre sierras” en latín, que derivó, con la cristianización, en su afán de sacralizar los lugares, en el actual nombre de la población: “Los Santos”[17] (FIGURA 21).
También pudo haber aquí, posterior a la dominación romana y visigoda, un “morabito”. Designa, en el mundo musulmán, tanto a una persona considerada pía, al edificio que habita a modo de ermita, o a la tumba de un personaje venerado. Son muy comunes en el Magreb, seguramente relacionados con cultos anteriores al Islam. Esta teoría es muy importante, que yo aplaudo, pues a su vez relaciona una serie de símbolos que ya hemos mencionado: el culto de la diosa Astarté (estrella); con el topónimo Maimona, que vendría de la veneración a la figura pía musulmana Lalla Mimouna, en lo que hoy ocupa la Ermita de la Estrella[18], o al menos en el término santeño.
Pero, una vez cristianizado el territorio, la primera noticia documental que tenemos de esta Ermita data de 1494, procedente del Archivo Histórico Nacional. Es una Visita realizada por los Caballeros de la Orden de Santiago para administrar o revisar los bienes de la Encomienda santeña, a las que seguirán otras visitas. Nos informa que la Ermita está recién “fecha de nuevo”, con bóveda en la Capilla Mayor y el resto una nave a dos aguas de madera y teja. Esto nos hace sugerir que había una anterior, arruinada, que dataría de la primera mitad del Siglo XIV o de la segunda del XIII. Al poco, en 1496, existe una Real Provisión de los Reyes Católicos al Consejo de Los Santos para abonar de sus propios los gastos de una función a Nuestra Señora el 8 de Septiembre[19]. A los pocos años, en 1508, este Rey pasó por esta población[20]. Desde entonces la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella ha ganado en hermosura gracias al humilde y desinteresado trabajo de los devotos santeños, manteniendo vivo y bello este espacio sagrado (FIGURA 22).
Por un lado, dentro de creencias mágicas ancestrales asimiladas por la cristiandad, encontramos aquí todo lo relacionado con: la fertilidad de los campos; la MADRE TIERRA, simbolizada por la Madre María; el culto al agua como origen de la vida; la naturaleza silvestre simbolizada en el árbol; etc. Por otro, la necesidad humana de la búsqueda de la protección divina: la “luz que nos guía” frente a la “oscuridad”, motiva la necesidad de sacralizar espacios físicos; crear lugares del “BIEN contra el MAL” en donde fomentar corrientes positivas frente a las negativas. Ambas “necesidades vitales”, fertilidad y protección, profundamente asentada en la psicología colectiva de los primeros repobladores cristianos del medievo, les llevó a la sacralización de este entorno.
Así, la construcción de edificios sagrados sobre restos arqueológicos, como es nuestro caso de la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella en Los Santos de Maimona, se debió no tanto a una aparición mariana real, sino a las razones que aquí hemos expuesto, y que después se disfrazó con una historia poética nada original (protagonizada casi siempre por pastores; imagen encontrada entorno a un árbol; etc.), una puesta en escena casi calcada de otras pretendidas apariciones anteriores. Por tanto, el origen último de la sacralización de este entorno, en nuestro caso, se debió a una, o a varias, de las siguientes causas o necesidades:
1ª) El sincretismo, evolución o mestizaje de algún culto pagano, de “ninfas” o “hadas”, o como pudiera ser Astarté o Mimouna[21]; ligado todo a cultos de fertilidad de la tierra, relacionados con la producción agraria, con el agua y con los árboles silvestres; o, también, con la “luz que ilumina el día”, el “renacer a la vida”. Todo ello daría lugar a la figura y evolución de: NATURALEZA DIVINA = DIOSA FÉRTIL = DIOSA MADRE = MADRE MARÍA. Para sintetizarlo todo había que crear el mito de la aparición de una imagen suya, o presencial, rodeada de luz, obedeciendo a un patrón repetitivo en culturas primitivas y después en todo el orbe cristiano, como serían las apariciones marianas en árboles y junto a fuentes; casos que aquí se dan.
2ª) La creencia de estar rescatando restos paleocristianos, hispanogodos o mozárabes (comunidades cristianas que permanecieron en territorio musulmán), o de alguna basílica anterior, o tumbas de mártires… que motivaría la querencia de darle continuidad a una pretendida devoción cristiana anterior, restituyéndola de nuevo; reafirmando así este espacio como sagrado, recuperando un entorno santificado que nunca debió dejar de serlo, ni ser olvidado.
3ª) La urgente necesidad de santificar los restos de culturas paganas que simbolizaban lo maligno: el triunfo del BIEN frente al MAL…; y, por extensión, con este acto se sacralizaba todo su entorno. De este modo se protegía el “espacio vital” en donde el pueblo ejercía sus labores agrícolas y ganaderas a kilómetros a la redonda; de ahí que esta Ermita de la Estrella, al igual que otras muchas, esté situada en una zona dominante con respecto al fértil valle del Arroyo Robledillo, con una estrecha relación visual como lo estuvo en su momento el asentamiento rural romano preexistente. Advirtamos que esa necesidad se daba también en los viajeros, al ser estas tierras cruce de grandes itinerarios en el suroeste peninsular. La necesidad de sacralizar estos espacios era tan grande que incluso, como ya hemos mencionado, dio nombre al “Los SANTOS”, de “saltus”, paso entre sierras[22]; y que con “de MAIMONA”, en muy posible referencia a la advocación de la figura pía o sagrada de Lalla Mimouna, y a su probable “morabito” en los terrenos de la actual Ermita de la Estrella[23], o en el término de esta población…, cerraría el círculo del triunfo del cristianismo al mismo tiempo que se mantenía, de forma solapada, la continuidad de antiguas devociones paganas Pero, además, nos daría luz, una vez por todas, del por qué se llama esta población “Los Santos de Maimona”.
4ª) Por último, otra de las causas a considerar sobre la sacralización de este entorno fue la necesidad de crear un espacio sagrado distante a la población donde reina el “pecado”, para cumplir así con la eterna simbología del “peregrinaje”: el viaje a lo sagrado como vía de alcanzar la purificación por medio del esfuerzo al hacer el camino; el viaje físico como metáfora del viaje del alma que ha de alcanzar la meta por medio de la penitencia; la transformación interior a través del sacrificio… todo ello tan recurrente y necesario en casi todas las religiones. También el camino donde sacar en procesión la imagen sagrada; su viaje del santuario a la población para redimirla; su luz ha llegado y nos alumbra las calles pecadoras; el ir y venir de la imagen santa; hacer el paseo procesional junto a ella como medio de purificación… Vemos, pues, que aquí también se cumple, como en la mayoría de las ermitas o santuarios, la necesidad de sacralizar un enclave alejado del núcleo urbano.
Para finalizar, decir que en el entorno de esta gran Ermita-Santuario de Los Santos de Maimona se abrazan estrechamente un Patrimonio material e inmaterial, de gran interés y simbología, del que todos debemos saber apreciar y respetar. De ahí que sería interesante mejorar su entorno, incluso musealizarlo, y que se realizasen prospecciones arqueológicas en este lugar que nos pudieran “dar más luz” sobre los orígenes de la Virgen de la Estrella.
[1] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Los Santos de Maimona: Cruce de Caminos y Viajeros. Primera Aproximación: el Topónimo <<los santos>>, Repertorios Camineros y Apuntes Cronológicos hasta mediados del Siglo XIX”, Los Santos de Maimona en la Historia, José SOTO VÁZQUEZ (Coord.), Fundación Maimona, Los Santos de Maimona, 20009, págs. 81-83.
[2] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Apuntes para el Estudio de las Vías Romanas en la Beturia Extremeña ”, El Miliario Extravagante, nº 30, La Línea , 1991, págs. 5, 7 y 8.
[3] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Aportaciones al conocimiento de la Prehistoria , Historia Antigua y Medieval de la Comarca de Zafra”, Actas del Congreso Conmemorativo del VI Centenario del Señorío de Feria (1394-1994), Zafra, 1994; MURILLO GONZÁLEZ, José María. “El asentamiento Prehistórico de Torre de San Francisco (Zafra, Badajoz) y su contextualización en la Cuenca Media del Guadiana”, Memorias de Arqueología Extremeña, T. 8, Mérida, 2007.
[4] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, págs. 44 y 46.
[5] Ibidem, págs. 41-44; MUÑOZ HIDALGO, D. M. “El Abrigo de las Goteras (Zafra, Badajoz) y su entorno arqueológico. Un nuevo ejemplo de Arte Rupestre Esquemático en la Baja Extremadura ”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LI, N.º II, Badajoz, 1995, págs. 325-343; RODRÍGUEZ DÍAZ, Alonso. La Ermita de Belén (Zafra, Badajoz), Campaña 1987, Villanueva de la Serena , 1991.
[6] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, pág. 44.
[7] RIESGO ÁLVAREZ, Hipólito B. Elementos Líticos y Arbóreos en la Religión Romana , Universidad de León, Zamora, 1993.
[8] Ibidem, pág. 241.
[9] ABELLA, Ignacio. La Magia de los Árboles, Ed. Integral, Barcelona, 1996, págs. 45-47.
[10] RIESGO ÁLVAREZ, H. B. Elementos…, op. cit., nota 7, págs. 240-257.
[11] Ibidem, págs. 167-342; ABELLA, Ignacio. La Magia …, op. cit., nota 9.
[12] RIESGO ÁLVAREZ, H. B. Elementos…, op. cit., nota 7, pág. 184.
[13] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, pág. 44.
[14] MOLINA LAVADO, Manuel. “Desde los orígenes a la Edad media: Aspectos Arqueológicos”, Los Santos de Maimona en la Historia, José SOTO VÁZQUEZ (Coord.), Fundación Maimona, Los Santos de Maimona, 2009, págs. 57-58.
[15] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, pág. 44; MOLINA LAVADO, M. “Desde los…”, art. cit., nota 14, pág. 61.
[16] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Apuntes…”, art. cit., nota 2; MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Un Miliario en Los Santos de Maimona (Badajoz) perteneciente a la vía 23 del Itinerario Antonino”, El Miliario Extravagante, nº 36, La Línea , 1992; MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Notas sobre
[2] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Apuntes para el Estudio de las Vías Romanas en la Beturia Extremeña ”, El Miliario Extravagante, nº 30, La Línea , 1991, págs. 5, 7 y 8.
[3] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Aportaciones al conocimiento de la Prehistoria , Historia Antigua y Medieval de la Comarca de Zafra”, Actas del Congreso Conmemorativo del VI Centenario del Señorío de Feria (1394-1994), Zafra, 1994; MURILLO GONZÁLEZ, José María. “El asentamiento Prehistórico de Torre de San Francisco (Zafra, Badajoz) y su contextualización en la Cuenca Media del Guadiana”, Memorias de Arqueología Extremeña, T. 8, Mérida, 2007.
[4] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, págs. 44 y 46.
[5] Ibidem, págs. 41-44; MUÑOZ HIDALGO, D. M. “El Abrigo de las Goteras (Zafra, Badajoz) y su entorno arqueológico. Un nuevo ejemplo de Arte Rupestre Esquemático en la Baja Extremadura ”, Revista de Estudios Extremeños, Tomo LI, N.º II, Badajoz, 1995, págs. 325-343; RODRÍGUEZ DÍAZ, Alonso. La Ermita de Belén (Zafra, Badajoz), Campaña 1987, Villanueva de la Serena , 1991.
[6] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, pág. 44[7] RIESGO ÁLVAREZ, Hipólito B. Elementos Líticos y Arbóreos en la Religión Romana , Universidad de León, Zamora, 1993.
[8] Ibidem, pág. 241.
[9] ABELLA, Ignacio. La Magia de los Árboles, Ed. Integral, Barcelona, 1996, págs. 45-47.
[10] RIESGO ÁLVAREZ, H. B. Elementos…, op. cit., nota 7, págs. 240-257.
[11] Ibidem, págs. 167-342; ABELLA, Ignacio. [12] RIESGO ÁLVAREZ, H. B. Elementos…, op. cit., nota 7, pág. 184.
[13] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, pág. 44.
[14] MOLINA LAVADO, Manuel. “Desde los orígenes a la Edad media: Aspectos Arqueológicos”, Los Santos de Maimona en la Historia, José SOTO VÁZQUEZ (Coord.), Fundación Maimona, Los Santos de Maimona, 2009, págs. 57-58.
[15] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Aportaciones…”, art. cit., nota 3, pág. 44; MOLINA LAVADO, M. “Desde los…”, art. cit., nota 14, pág. 61.
[16] MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Apuntes…”, art. cit., nota 2; MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Un Miliario en Los Santos de Maimona (Badajoz) perteneciente a la vía 23 del Itinerario Antonino”, El Miliario Extravagante, nº 36, La Línea , 1992; MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Notas sobre
[17] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Los Santos de Maimona: Cruce de caminos…”, art. cit., nota 1, págs. 81-83.
[18] HERNÁNDEZ RENNER, Alejandro. “Maimona de ida y vuelta: algunas pistas para la investigación del origen del nombre más antiguo de Los Santos de Maimona”, Los Santos de Maimona en la Historia, José SOTO VÁZQUEZ (Coord.), Fundación Maimona, Los Santos de Maimona, 2009.
[19] GÓMEZ REY, Miguel y GALLEGO LOZANO, Jacinto. Datos de Archivo, Coleccionable publicado en el Boletín Informativo Municipal de Los Santos, desde mayo de 1984 a mayo de 1987, págs. 109-110.
[20] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Los Santos de Maimona: Cruce de caminos…”, art. cit., nota 1, págs. 92.[21] HERNÁNDEZ RENNER, A. “Maimona de ida…”, art. cit., nota 18.
[22] MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Los Santos de Maimona: Cruce de caminos…”, art. cit., nota 1, págs. 81-83.
[23] HERNÁNDEZ RENNER, A. “Maimona de ida…”, art. cit., nota 18.
Bibliografía
· ABELLA, Ignacio. La Magia de los Árboles, Ed. Integral, Barcelona, 1996.
· GÓMEZ REY, Miguel y GALLEGO LOZANO, Jacinto. Datos de Archivo, Coleccionable publicado en el Boletín Informativo Municipal de Los Santos, desde mayo de 1984 a mayo de 1987.
· HERNÁNDEZ RENNER, Alejandro. “Maimona de ida y vuelta: algunas pistas para la investigación del origen del nombre más antiguo de Los Santos de Maimona”, Los Santos de Maimona en la Historia, José SOTO VÁZQUEZ (Coord.), Fundación Maimona, Los Santos de Maimona, 2009.
· MOLINA LAVADO, Manuel. “Desde los orígenes a la Edad media: Aspectos Arqueológicos”, Los Santos de Maimona en la Historia, José SOTO VÁZQUEZ (Coord.), Fundación Maimona, Los Santos de Maimona, 2009.
· MUÑOZ HIDALGO, Diego Miguel. “Apuntes para el Estudio de las Vías Romanas en la Beturia Extremeña ”, El Miliario Extravagante, nº 30, La Línea , 1991.
· MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Un Miliario en Los Santos de Maimona (Badajoz) perteneciente a la vía 23 del Itinerario Antonino”, El Miliario Extravagante, nº 36, La Línea , 1992.
· MUÑOZ HIDALGO, D. M. “Notas sobre
Fig. 1: Iglesia de Saint Michel (Francia) sobre un gran túmulo prehistórico (Fotografía de Miguel Moreno).
Fig. 2: Iglesia de Pavía (Portugal) aprovechando el interior de un dolmen (Fotografía de Miguel Moreno).
Fig.: 3 Dolmen en la cripta de la Iglesia de la Santa Cruz (Cangas de Onís, Asturias) (Foto www.turismo-prerromanico.es).
Fig. 4: Ermita de Belén, en Zafra (Badajoz). Se sitúa sobre un castro de la Edad del Hierro (s. IV a. n. e.).
Aún se pueden apreciar algunos bancales defensivos escalonados alrededor del cerro. (Foto Diego Muñoz Hidalgo).
Fig. 5 y 6: Escudo de Cuenca con estrella de ocho puntas, y la Virgen de la Luz , patrona de esta ciudad.
Fig. 7 y 8: Necrópolis tardorromana o visigoda junto a la Ermita de la Virgen de la Luz (Arrollo de la Luz , Cáceres)
Fig. 9, 10 y 11: Respectivamente, “Diosa Madre” (terracota micénica, s. XIV-XIII a.C.); “Diosa Madre” (cultura nurághica,Cerdeña, s.VI a.C.); “Isis amamantando a Horus” (Egipto, s. I a. C.) (Fuente: elmadridmedieval.jmcastellanos.com). Evolución de cultos ancestrales sobre la fertilidad, materializados en la Diosa Madre que se sincretizaron en la devoción mariana.
Fig. 12: Imagen de Nuestra Señora de la Estrella de Los Santos de Maimona (Foto Diego Muñoz Hidalgo).
En la parte delantera de su manto se puede apreciar una “estrella de 8 puntas”,
el símbolo de la “Diosa Madre” o de la diosa Astarté (estrella) que proviene de Próximo Oriente.
Fig. 13 y 14: Culto a Astarté, diosa de la naturaleza y la fertilidad, junto a un árbol, en una representación artística de Mesopotamia. Se puede observar una “estrella de ocho puntas” sobre su cabeza. Dispersión a este culto en el interior de la Península Ibérica que coincide con el corredor viario “de la Plata”. Situación de Los Santos. (Fuente: www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1840; sobreimpresión Diego M.).
Fig. 19 y 20: La diosa egipcia Nut (otras veces Hathor) se aparece en el “árbol sagrado” para ofrecer a los difuntos “agua” para vivir en el más allá. Esta diosa también lo es del cielo o del firmamento, representada con múltiples “estrellas” en su cuerpo.
(Fotos, respectivamente: Susana Alegre García en www.egiptologia.com; y www.freewebs.com/bivayo/egipto.htm).
(Foto-cm,posición: Cofradía de Ntra Sra. de la Estrella.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario